Acabo de volver de vacaciones junto a mi hijo Aitor, de tres años, y mi madre Julia, de 60 y algo. He estado un año más en Adobes, mi pueblo, entre Guadalajara y Teruel. Allí he disfrutado con mis primos y amigos, esos que aunque no te veas durante el año, a los dos minutos volvemos a ser inseparables. Todos saben que vivimos y trabajamos en Ibiza y eso, no les voy a engañar, da que hablar. Hasta este año las Pitiusas siempre han despertado admiración. Sus aguas transparentes, sus playas, su ritmo de vida fuera de temporada, su gente amable y cercana y ese aire de libertad... generaban cierta «envidia sana» entre los vecinos de Adobes. Sin embargo, este verano todo ha cambiado radicalmente. Ibiza y el que les escribe siguen estando en boca de muchos adobanos pero ahora hay preocupación y bromas. Preocupación por el precio de los alquileres, por las noticias sobre el catalán y los médicos, los bomberos o los policías, por la falta de personal en varias áreas, por los turistas que se matan un día sí y otro también. Por aquellos que pierden la vida en nuestras carreteras, por la contaminación del agua, por la masificación de las playas y vías de comunicación o por los altos precios. Y guasas infinitas por noticias como la del Ferrari con una mujer desnuda, que dan la sensación de que aquí está todo permitido. Lo mismo que la fiesta descontrolada, que, seamos claros, tambien quieren disfrutar algunos jóvenes adobanos.

Mucha culpa puede que la tengamos los medios por dar estas noticias, pero nosotros estamos para informar. Si se piensa más en los likes o en las visitas de una web se puede debatir más tranquilamente, pero hay que informar. ¿Y los que nos gobiernan? Ellos también tendrían que trabajar para cambiar esta dinámica. Antes nos admiraban y ahora están preocupados y se ríen de nosotros. ¿Será porque, entre todos, estaremos haciendo las cosas, cuanto menos, de forma regular?