Ibiza goza de un gran prestigio internacional. Es una potente marca conocida en todo el mundo y, además, de manera diferente. Se conoce en el sector del lujo, en el turismo familiar, por sus playas...y por ser ‘mágica’, ‘mística’ y estar ‘llena de luz’. La semana pasada asistimos al desmantelamiento de una fiesta ilegal cerca de Platges de Comte. Una auténtica rave en el campo en la que, casi a buen seguro, se cobró entrada o, como mínimo, consumiciones. Días después de la actuación policial conjunta, que debería ser así siempre con cualquier ilegalidad, empezó a circular un vídeo por redes sociales diciendo «la verdad» de la fiesta que, en resumidas cuentas, presentaba a los asistentes como víctimas del sistema capitalista y maltratados por las fuerzas del orden. Unos asistentes que no dudaron en enfrentarse a la Guardia Civil y a la Policía Local con barras de hierro y tirando piedras a los agentes. Esto nos tiene que hacer reflexionar ya que demuestra que existe una sensación de impunidad, de que en Ibiza ‘todo vale’ porque nunca pasa nada y porque es Ibiza. Otra prueba más de esta sensación de impunidad son los taxis ilegales, que se organizan en chats, se publicitan en redes sociales e, incluso, se reparten zonas. La friolera de 157 millones se levantan en cinco meses de trabajo ilegal. Por no hablar de los que vienen a hacer su particular temporada vendiendo mojitos, fruta o ropa por las playas de Ibiza sin casi despeinarse cuando ven a un guardia civil. O de quienes alquilan un cuarto de la lavadora con una cama por 46 euros la noche o tipis en una finca por 60 euros la noche pese a que el alquiler de pisos a turistas está prohibido. Igual que sobran unos, también sobran otros, como los macarras que se pasean con un Ferrari y una mujer desnuda encima del techo. Por desgracia, en Ibiza hace falta más mano dura contra los iluminados que, en definitiva, no cumplen con la ley y se piensan que aquí se puede hacer de todo sin importar nada a nadie. N’hi ha un fart!