Las aguas están movidas en Can Rivera en un momento muy delicado, dado el más que previsible adelanto electoral. Esta semana se han conocido dos dimisiones más: la del diputado Francisco de la Torre y la del eurodiputado Javier Nart. Estas renuncias se suman a las del célebre catedrático de Derecho constitucional y fundador de Ciudadanos Francesc de Carreras, el economista Toni Roldán, el filólogo y también fundador Xavier Pericay y a la del exrector de la Universidad de Oviedo Juan Vázquez. Aunque los motivos de las dimisiones son distintos, parecen tener un denominador común: la deriva ideológica de la formación. Ciudadanos es ahora un barco con un enorme boquete por el que entra el agua y sale el talento. La formación que lidera Albert Rivera expandió sus buenos resultados en Cataluña al resto de España con la ingenua ilusión de arrebatar el liderazgo del centroderecha al Partido Popular. No se quedó lejos en las últimas elecciones, pero las últimas encuestas coinciden en la caída en picado de los naranjitos en intención de voto. Rivera y Arrimadas han abandonado la línea ideológica que les catapultó al Congreso, la cual consistía en un eje de centro moderado, liberal y constitucionalista, capaz de llegar a acuerdos con PSOE y con PP. Todo ello es agua pasada ante un nuevo rumbo ideológico inconsistente que avanza sin cesar hacia el nacionalismo, el populismo y los confines de la derecha más rancia. Rivera quiso ser Macron, y si no vuelve al rigor y la serenidad se va a tener que conformar con ser una nota esporádica a pie de página en la historia de la política española. El país necesita un constitucionalismo que huya de frases hechas vacías de contenido y se acerque a la defensa rigurosa del interés general.