La quiebra completamente desordenada y abrupta de Thomas Cook plantea muchas cosas tanto en las Pitiusas con en Baleares, incluso es un aviso pre-Brexit. La primera es cómo con tanta regulación europea, y tanta leche, se ha dejado que un mastodonte de tamaña envergadura quiebre de un día para otro, incluso que siguiera vendiendo viajes minutos antes de quebrar. Si la Unión Europea, llena de hombres grises, jetas y fiscalizadores de traje gris, sirve para que eso pueda pasar, pues que Dios nos pille confesados. La segunda reflexión es el agujero que está enorme compañía emisora de turistas low cost y a veces de balkoning deja en Ibiza y Mallorca, otra prueba de la fragilidad de parte del sector turístico, no de todo, que no ha sabido buscar nuevos caladeros y ha querido vivir de la dependencia completa, lo que siempre resulta muy cómodo pero tiene sus peligros. La tercera cuestión de la macroquiebra de Cook es la nula preocupación del doctor Sánchez por el asunto porque él estaba conferenciando sobre el cambio climático en Nueva York, como si este doctorando tuviera idea del asunto, ignora hasta que España vive del turismo y no tiene industria y apenas emite porquería quimica (como China, la India, EEUU, Rusia con sus centrales nucleares, etc.), lo que no significa que no tengamos que combatir la contaminación en Madrid y Barcelona. Mientras un montón de puestos de trabajo dependen sobre todo en Baleares y Canarias de Cook, él está disertando sobre el sexo climático de los ángeles. Y así nos va, una falta de previsión por todos lados, que por lo menos, esperemos, sirva para corregir futuros errores y para decirle de una vez a Sánchez que se deje de estar todo el día haciendo el chorra, que en España hay problemas que resolver y un futuro económico por perfilar.