Se ha hablado muy poco de la reunión que tuvo lugar en el histórico monasterio cisterciense de Poblet el sábado de la semana pasada y a la que acudió una representación, digamos parcial, del catalanismo moderado. Impulsada, entre otros, por dirigentes de PDeCAT se constituyó una plataforma, ‘El país de demà’, cuyos objetivos básicos pasan por una reforma de la Constitución que incluya el derecho a la secesión o a lograr un pacto con el Estado que permita la celebración de un referéndum. El documento propuesto persigue recuperar los grandes consensos del pasado, a la vez que deja patente una crítica a la actuación del Estado contra el independentismo y censura a los líderes del ‘procés’ por insistir en una vía unilateral políticamente estéril y proclive al populismo. También defiende la legitimidad de la independencia de Cataluña, estableciendo como posible una reforma constitucional que reconociera a Cataluña un estatus como comunidad nacional. En suma, se trata de un pacto de «convivencia con el Estado», basado en el reconocimiento de Cataluña como realidad nacional, recuperando lo acordado en el Estatut del año 2006. Quizás una de las razones por las que ha pasado tan desapercibida dicha reunión es por la denominada ‘equidistancia’, convertida hoy en un concepto maldito; también otra, entre otras, sería que en definitiva el documento no propone ninguna novedad. Y eso es lo tremendo que sucede en la cuestión catalana: que pasa al tiempo y todo sigue igual, aun imperando la sensación en todas las partes en conflicto que, de seguir así, no hay solución posible. Todos los saben pero ninguno lo reconoce.