La noticia de la semana ha sido la frenética y excesiva actividad que la exvicepresidenta socialista, Marta Díaz, daba a la tarjeta de crédito institucional. Era vox populi que el departamento que dirigía la ya dimitida consellera de la oposición centraba su actividad en la ampliación de su red de contactos y no en las tareas propiamente administrativas. Más de 26.000 € es lo que se gastó la socialista y obrera en gastos de representación, de los cuales no ha podido justificar 1.585 €. El asunto no acaba aquí, sino que ahora vamos conociendo en qué derrochó Díaz el dinero público, aunque aún nos quedan muchos capítulos por conocer. El burdo photoshop mal hecho no le ha servido esta vez a la que fue nº 2 del PSOE ibicenco para esconder los casi 6.000 € que se gastó en cafeterías y restaurantes, ni para esconder que usaba la tarjeta para beber cava con las amigas, ir a la peluquería, repostar gasolina sin tener carné de conducir o incluso comprar cremas en el aeropuerto Orly de París. La Cifuentes ibicenca, lejos de dar explicaciones convincentes, antes de dimitir ha optado por intentar desviar el tiro acusando al Presidente del Consell de haber iniciado una persecución contra la oposición, una salida absurda que sólo prueba su culpabilidad. Tras este escándalo bochornoso, sería preciso que el gobierno del Consell hiciera una auditoría y descubriera cuánto dinero público se gastó en una actividad de escaso impacto en la economía de la isla, de la que se lucran muchas empresas extranjeras que utilizan la marca “moda de Ibiza” y muy pocas familias ibicencas. La última pasarela de la socialista ha consistido en desfilar con la dimisión por la puerta de atrás, un triste punto y final a una carrera política dedicada al ejercicio de cargos carentes de competencias.