El conato revolucionario que vive Ecuador a cuenta de la eliminación de los subsidios a los combustibles (y subida del gasóleo de un 120 %, por mandato del siniestro Fondo Monetario Internacional) está resultando tan sonado que el presidente Lenín Moreno ha tenido que escapar de Quito.

La actual crisis de Ecuador tiene precedentes muy similares en otros países. En Bolivia, el llamado «’gasolinazo’ de 2006 subió los precios hasta el 82 % (y eso que Evo Morales es poco sospechoso de seguir dictados del FMI) y en México, el Gobierno de Peña Nieto decretó otro ‘gasolinazo’ en 2017 que provocó un alza en los precios del 20 %. Pero si quieren ejemplos más cercanos recuerden Francia, donde aún siguen activos los ‘chalecos amarillos’ que pusieron el país patas arriba por la subida del diésel. Estos hechos, que como siempre afectan a los más desfavorecidos, no son sólo el reflejo de una lucha de clases, sino también de una tensión creciente entre la demanda energética local/global y la capacidad de oferta de energía.

Las cuentas no salen cuando el consumo interno supera la producción de un país, causando escasez y eliminando la capacidad de exportación, y con ella la de obtener divisas. Este desequilibrio estuvo detrás, por ejemplo, de las revueltas egipcias y el conflicto sirio. Además, los costes de producción energéticos resultan cada vez mayores a medida que los hidrocarburos restantes son más difíciles de extraer (ultramarinos, petróleos de fracking, extrapesados, esquistos, arenas bituminosas y locuras –que ya se están cometiendo– como perforar el Ártico). Y lo más chocante resulta ser que nos preocupamos por esas escaseces pero, como es bien sabido, ni uno sólo de esos barriles debería en realidad ser extraído, so pena de achicharrar el planeta. Vivimos en la alternativa del diablo, sí: hambre o destrucción, al menos con este sistema.

La crisis ecosocial tiene muchos frentes, casi todos interrelacionados. Junto con el cambio climático, ya mainstream, la escasez de energía marcará de forma trágica este siglo, y probablemente los siguientes; en otros ámbitos, pronto tocará encararnos con el actual exterminio de la vida salvaje, la acidificación de los mares, el déficit de agua y tierra fértil y un largo y feo etcétera. Cuanto antes lo enfrentemos, mucho mejor para todos.