Todo lo que sea rescatar, que no exhumar, la historia de Ibiza y Formentera es una necesidad de la que nos congratulamos todos. Los sables de coraceros encontrados en aguas formenteriles y las ánforas romanas que han mangado algunos y que han pasado a disposición pública son noticias muy buenas. También es una estupenda noticia la celebración de las Jornadas d’Estudis Locals que organiza el Arxiu de Eivissa dedicadas a la memoria histórica, lo que pasa es que a mí lo de memoria histórica es un término que no me gusta, ya está politizado de entrada y de por sí impide un debate objetivo sobre esa enorme desgracia que fue la Guerra Civil y la posguerra, con cartilla de racionamiento en España y el exilio para miles de españoles. Hubo dos exilios. El durísimo de la gente humilde -a muchos de ellos Francia los dejaría en las fauces de los nazis- y luego se dio también el exilio de Negrín y de Indalecio Prieto que fue un exilio dorado porque se llevaron un centenar de maletas con joyas en el yate Vita, y en las mismas iban unas 2.000 monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional que se fundieron en los crisoles mexicanos y que eran de un gran valor histórico, una de las mejores colecciones del mundo que robaron y destruyeron y que era patrimonio, como el Museo del Prado, de todos los españoles. Algunas de esas monedas procedían de la colección del gran numismata menorquín Vives Escudero que estuvo a principios del siglo XX excavando en el Puig des Molins. No descarto que algunas de las monedas que acabaron en México o revendidas fueran encontradas en Ibiza. Memoria histórica, no; estudiar la historia ebusitana, sí. Ningún historiador profesional comienza una investigación sabiendo cómo termina. Hubo republicanos asesinados pero también asesinaron sacerdotes en Formentera, algunos de ellos adolescentes, pero esos no tienen ni siquiera memoria historica.