La actualidad obligaba a hablar del pacto de gobierno, de Catalunya o de las declaraciones de la ministra en funciones Isabel Celá sobre el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos en un congreso de Escuelas Católicas. Incluso del viaje a Cuba de los Reyes o de la situación de Bolivia y Venecia, unos por un supuesto golpe de estado y otros porque su Aqua Alta está llegando a límites que no veían desde 1966.
Sin embargo, fue abrir El País y darme un vuelco el corazón. No por la retirada del piloto Jorge Lorenzo o por las declaraciones de alto calado intelectual del defensa del Real Madrid Sergio Ramos sobre el trascendental partido de fútbol contra Malta. No. El motivo fue un nuevo ataque a tiros en Estados Unidos contra un instituto de una pequeña comunidad rural de Los Ángeles que se llama Santa Clarita. Según las primeras informaciones, un estudiante del centro de 15 años abrió fuego a las ocho de la mañana hora local dejando cinco heridos, tres en estado crítico. No es la primera vez que sucede esto en Estados Unidos y no aprenden. Casi siempre el debate se centra en el uso de armas sin licencia pero yo, que no entiendo demasiado de estas cosas, creo que va mucho más allá. Los jóvenes tienen acceso a videojuegos con un alto nivel de violencia. Con un mando y desde su sillón, aislados del mundo, matan a contrincantes mientras la sangre salta por la pantalla de su televisión. Compiten por el mejor arma o la mejor armadura e idean estrategias para aniquilar al adversario. Esos juegos tienen una indicación para mayores de 18 años pero, seamos sinceros, nadie lo respeta. Incluso, Movistar ha creado un canal para ver como juegan profesionales del tema. Es algo que no entiendo. Tal vez porque yo tuve una consola Atari con juegos que consistían en una barra que golpeaba una pelota de arriba a abajo o, como mucho, el Fernando Martín de baloncesto... Eran otros tiempos, ni mejores ni peores... y seguro que el no vender ciertos videojuegos no garantiza que pare la violencia pero a lo mejor si ayuda que en lugar de tiros, insultos o cabezas cortadas se lean más libros.