Si me dicen que después de medio año, aproximadamente, mareando la perdiz con un tira y afloja, que si reparto de sillones, que si quiero esta butaca o no quiero el caramelo, me dicen que en 24 horas se arreglaba un problema de cinco meses no me lo creo. Pero antes de nada, hagamos un poco de contexto.

En febrero se tumbaron los presupuestos generales del Estado, con lo cual, el gobierno del PSOE no tuvo más remedio que ir a elecciones al no ser capaz de contentar a toda la batería de grupos parlamentarios que lo colocaron en el gobierno.

El 28 de abril se celebraron las elecciones generales donde el PSOE sacó 123 escaños, Unidas Podemos y sus confluencias sumaban 42 escaños. Entre ambas formaciones llegaban a 165 diputados, estaban a 11 escaños de conseguir la mayoría absoluta.

En ese entonces, no se supieron poner de acuerdo, reproches entre ambas formaciones, que si no hay sillones no votamos a favor, que si el PSOE está en contra de que Pablo Iglesias esté en el Gobierno. Que el PSOE quiere un gobierno en solitario, pero que Unidas Podemos apoye a su gobierno incondicionalmente, y una larga ristra de excusas y demás para al final, el día 24 de septiembre se firme el decreto de convocatoria de elecciones para el 10 de noviembre. Total, casi cinco meses mareando la perdiz, entre medias pasaron unas elecciones locales y europeas, para no llegar a ningún sitio por la cabezonería de un partido y su líder de no sentarse a negociar seriamente ni intentar llegar a acuerdos serios con nadie.

Llegamos al 10 de noviembre, el PSOE pierde tres escaños y se queda con 120, Unidas Podemos pierde siete escaños y se queda con 35. En total, entre ambas formaciones suman 155 escaños, a 23 escaños de la mayoría absoluta. Echando una mirada atrás en el pasado, ¿no era mejor antes un acuerdo serio entre ambas formaciones si al final iban a acabar pactando después de gastarse unos 150 millones de euros de todos los españoles en unas elecciones que no han servido para nada? Bueno, para algo sí que han servido, para acabar firmando un acuerdo en peores condiciones y que la gobernabilidad, si antes ya podía estar condicionada, ahora mismo, si este preacuerdo de gobierno llega a buen puerto, luce casi misión imposible por todas las formaciones políticas que tienen que dar su visto bueno a todo lo que se haga en el congreso de los diputados.