En la Biblia Jesús nos dice una frase muy importante para que la cumplamos; «Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso» (Lc 6,36). Con estas palabras Cristo nos invita a ser misericordiosos. Ahora bien, la misericordia de Dios es amor gratuito y personal a todos los hombres sin excepción a ninguno. Y así ser misericordioso, al estilo de Dios, es amar como ama Dios: con amor personal y gratuito, absolutamente desinteresado, a fondo perdido, sin pasar factura y sin buscar respuesta. Amar simplemente por amor, no por otros motivos. Es querer a cada persona por ella misma, porque es ella, como quiere Dios al hombre (cf GS 24). Sabiendo que el que así ama, será amado de la misma manera, por Dios y por los hombres.

Este domingo, 17 de noviembre, celebramos la III Jornada Mundial de los pobres, que fue instituida por el papa Francisco al finalizar el Jubileo de la Misericordia, como un fruto granado del mismo. En palabras del mismo Papa, «esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro». Este año como lema de esta Jornada Papa Francisco nos ha puesto la frase: «La esperanza de los pobres nunca se frustrará», que es del Salmo 9, con el documento que publicó el 13 de junio.

En el mensaje de este año Francisco enumera algunas de estas pobrezas: los huérfanos y niños separados violentamente de sus padres, los jóvenes que no logran acceder al mundo laboral, las víctimas de formas de violencia como la esclavitud o la droga, y las personas que trabajan en los vertederos «recogiendo el fruto del descarte» y convertidos ellos mismos en descartados.

«El día del Señor, tal como es descrito por los profetas –subraya Francisco–, destruirá las barreras construidas entre los países y sustituirá la arrogancia de unos pocos por la solidaridad de muchos. La condición de marginación en la que se ven inmersas millones de personas no podrá durar mucho tiempo». Además, «el pobre nunca encontrará a Dios indiferente o silencioso ante su oración».

Así el Papa los invita a devolver a los pobres la esperanza. «Basta con detenerse, sonreír, o escuchar», apunta. Así, pide que se dejen de lado las estadísticas. Los pobres «no son números a los que se pueda recurrir para alardear con obras y proyectos», sino «personas a las que hay que ir a encontrar».

El ser misericordiosos y caritativos con los necesitados nos lo pide Dios, nos lo recuerda el Papa actual estableciendo esta jornada en la que él hace buenos de amor y caridad y de esa manera nos anima a que también nosotros lo hagamos como nos corresponde.

En nuestra Diócesis tenemos buenas asociaciones que tratan de servir y ayudar a los demás, como son Caritas y Manos Unidas; Caritas ayudando a los de aquí y Manos Unidas ayudando a los de fuera. Colaboremos pues con ellas y hagamos que sea una de nuestras acciones ordinaras, hecha con amor y fe.

Así pues, toda la Iglesia, a todos los cristianos, todos los hombres y mujeres de buena voluntad estamos llamados a escuchar el grito de ayuda de los pobres, que deben ser destinatarios privilegiados de la vocación y misión de cada uno de nosotros.

Por esta celebración de hoy presidiré una Misa a las 12 en la Parroquia de San Pedro, en Dalt Vila.