No es la primera vez que el PSOE protagoniza un gran escándalo de corrupción. Lo de los ERE socialistas en Andalucía no es más que una nueva aportación a la galería de la infamia política. La inauguró el mismo Partido Socialista a principios de los años 90 porque fue el que más tiempo gobernó y que más interiorizó la sensación de impunidad. No le quedó muy atrás sin embargo el PP cuando tocó poder. Ni se quedaron cortos los nacionalistas históricos de Cataluña, con su soberano 3 %, ni han querido perder comba los gudaris de la sinvergüencería. O qué decir de lo de nuestra región. Con tanta experiencia acumulada ya sabemos cómo funciona esto. Cada caso sin duda es diferente pero todos están hermanados en su esencia política. O sea: la corrupción sólo es mala si afecta al adversario, mientras que cuando es propia siempre hay excusas y matizaciones que la cubren políticamente. Así que ahora con los socialistas no pasa nada muy diferente a lo que ocurrió con los conservadores en su caso, aquí con regionalistas o con los nacionalistas derechistas en Cataluña y en el País Vasco.

Se entiende la rabia del PP y de sus epígonos mediáticos. Su ansia en convertir los ERE en la Gürtel del PSOE. Pero hay grandes diferencias. Pedro Sánchez no tuvo ninguna relación con los protagonistas del socialismo a la andaluza, excepto compartir con ellos la militancia en el mismo partido. Mariano Rajoy, por el contrario, sí tuvo responsabilidades orgánicas e institucionales –sin ser culpable de delito alguno, al decir de la justicia– en los tiempos en que más ardían los hornos corruptos del PP. Por mucho que se insista no es lo mismo, por tanto. No tiene la menor importancia –como dicen los socialistas que dan cobertura política a sus corruptos– que los sinvergüenzas expresidentes del PSOE, la exministra, los consejeros regionales y etc.– no robaran para sí y que ‘sólo’ aceptaran la red de chanchullos. Son corruptos. No obstante Sánchez no tiene en ello responsabilidad política alguna. Diferente es para Susana Díaz, directa heredera de toda aquella bazofia, quien raro sería que saliera indemne.