Don Eusebio Riera, padre de la escritora Carmen Riera, fue profesor mío de Filosofía en el Instituto Ramón Llull (Palma). Era un purista del lenguaje y se reía de los que entonces maltrataban y malbarataban la lengua de Cervantes, y eso que entonces ningún personaje público hablaba tan mal como la Celaá o corregía a la Real Academia como la académica inclusiva-exclusiva Irene Montero o Montera. En aquellos años estaba de moda decir la climatología de Ibiza, y cosas así de veredes, en vez de decir, como nos enseña Juan de Mairena, el clima de Ibiza porque climatología es la ciencia que estudia el clima, que ya no está en manos de los meteorólogos y de los físicos sino en manos de científicos tan prominentes como Sánchez, Iglesias-Einstein o Greta, la niña que en vez de estar en el cole se ha convertido en la pitonisa global del oráculo de Delfos del cataclismo que nos espera incluso sin esperar al tiempo geológico; vamos, que el fin del mundo será el año que viene, como en el calendario maya. Lo cierto es que España apenas emite porquería al espacio porque carecemos de industria, sí hay contaminación en varias urbes importantes, y luego está el tema de los plásticos micros y macros que habría que controlar y recoger. Aquí podemos luchar contra la contaminación pero no contra el cambio climático porque España no pinta nada en el mundo y de España, en estos momentos, se ríen Trump, Xi Jinping, Ram Nath Kovind y todas las alcantarillas del norte de África que desaguan sin depurar en el Mediterráneo. Lo mejor que podemos hacer es ir en autobús al curro, hacer una gran repoblación forestal, limpiar el bosque, no tirar plásticos, recoger los tirados e ir hacia las renovables poco a poco, con cabeza, sin que nos hunda la vida no el clima sino el recibo de la luz. Usar el clima como ingeniería social o cortina de humo mientras el país se hunde es algo muy productivo para el presidente en disfunciones que padecemos.