No siento mucha simpatía por las Cumbres del Clima (COP), lo reconozco. No sólo resultan invariablemente inútiles, sino también contraproducentes en cuanto funcionan como calmantes de conciencias, cuando no como greenwashing («lavado en verde») de actividades económicas depredadoras y contaminantes.

La actual COP25 se desarrolla, finalmente, en Madrid; pero soy de los que opina (llámenme demagogo y efectista) que, para ambientarla realmente, había ciudades más interesantes. Fukushima o Chernóbil sin duda parecen demasiado obvias. En cambio, Dzerzhinsk o Norilsk, en Rusia, las ciudades químicamente más contaminadas del mundo (con permiso de Sumgayit, en Azerbaiyán, Mailuu-Suu, en Kirguistán, y de Sukinda, en India) resultarían emplazamientos muy adecuados. Alberta, en Canadá, resulta un sitio magnífico para chapotear en sus arenas asfálticas y comprobar in situ lo que se llega a hacer cuando el petróleo escasea. En las selvas de Borneo, donde los orangutanes son quemados vivos para plantar palma aceitera, o en la sabana amazónica (antaño selva) también habría sido muy apropiado.

Asimismo, podrían nuestros próceres respirar enormes cantidades de polvo de carbón en Linfen o de plomo en Tianying, ambas en China, y más plomo en Kabwe, Zambia. Si querían mantener la cumbre en América Latina, La Oroya, en Perú, también es un excelente lugar para ingerir plomo.

Pero mi localidad preferida para la COP25, sin duda, y dado que prefieren tierras españolas, hubiera sido La Manga del Mar Menor. Allí, cómodamente instalados en sus paradisíacas orillas, podrían continuar hablando un poco más de quimeras para niños, como las renovables que cubrirán la demanda energética actual (¡y más!) y, cómo no, del coche eléctrico. Además, una tecnología aún por descubrir lo arreglará todo, todito. Si acaso, que la ciudadanía haga algún sacrificio reciclando y tal. Después del ritual de siempre, a regresar a sus pulcras mansiones y a seguir con el negocio as usual.

Que no se haya hecho nada en el tiempo de las advertencias fue gravemente irresponsable; que no se esté haciendo nada en el tiempo de las consecuencias es suicida, homicida y ecocida. Las COP serán inanes mientras no asuman alto y claro que la única descarbonización se llama decrecimiento y que la única paz se llama justicia social.