El puente de la Inmaculada era la fecha. Eran los días en los que junto a mis padres y hermanos montábamos el Belén en casa. Después le llegó el turno a Samuel, Jaume y Tonet. Desgraciadamente mi padre nos dejó años atrás sin poder disfrutar de estos días con sus nietos más pequeños. El fin de semana pasado regresé a casa y el domingo, al calor de la chimenea en l’horta de Benidorm, recordé que en mi otra casa, en Santa Gertrudis, el puente de la Constitución era temps de matances, de jornada intensa y apasionante entre familiares y amigos. Y allí estaba él, Toni, con su característica sonrisa y bondad infinita. Un reportaje me unió hace cinco años a la familia de Can Pep de’n Torres, mi ‘familia’ de Santa Gertrudis.

La fortuna me cruzó con Mari y Pedro y días después me alojaba en la casa donde pasé cuatro años extraordinarios. Inviernos de cuchara y veranos de barbacoas en el safareig. Allí conocí a sus hijos Pep y Toni y al resto de la familia: Roberto, Sandra, Sara y Nahuel. También a Cati, madrina de Toni, a Daniel, a Juanito, a Araceli, a Nieves, al padre Jayver...

A finales de verano me bajé a vivir a Vila, pero los lazos estarán para siempre. Hace dos meses, estando también en Benidorm, recibí la llamada que uno jamás quisiera recibir. Esa llamada en la que te comunican un final inminente. 24 horas después, Toni se nos había ido. Tenía 16 años y toda una vida por delante, pero su enorme corazón dijo basta el pasado 1 de octubre, el de mi padre se paró un 12 de octubre.

Las ausencias físicas se sobrellevan con el recuerdo permanente en cualquier detalle, rincón, conversación, un gesto o un simple hecho como el recuerdo de aquellas entrañables jornadas de matances en las que Toni y Pep se pringaban las manos, reían y hacían trastadas propias de una edad que está para vivir. Gracis per tant famili. Sempre al cor de la vostra famili de Benidorm. Temps de matances, temps de records.