Con este titulo, puede usted pensar que voy a hablar de esas delicias de ternera rebozadas, preparadas con mil salsas y aderezos. Pero no, les hablo de los escalopins, que me atrevería a definir como etnia superior, una raza de hombres y mujeres que conviven en el mágico pueblecito de pescadores d’es Caló de Sant Agustí, viviendo a un ritmo lento pero con contundencia.

No en vano, tiempo atrás su pequeño “mollet” fue el punto de entrada y salida de mercancías desde Ibiza, para los habitantes de La Mola y su entorno.

Pero su historia se remonta a mucho antes. Algunos historiadores creen que fue en el 826 cuando desembarcaron en Formentera huyendo de los musulmanes, una congregación de frailes que construyeron el “Monestir de La Mola” y el “camí de sa pujada” precisamente para acceder al pequeño puerto. Aquel carácter valiente y emprendedor de los ermitaños que vivieron en La Mola hasta la muerte de Guillem de Montgrí, ha ido quedando registrado en el ADN de los escalopins llegando hasta nuestros días. Habitan en un auto-proclamado “Principat” más bien republicano y revolucionario y orgullosos de rendir vasallaje a el también auto-proclamado ‘Princep Sacarneiro’ que es la autoridad máxima. Y todo ello sin referéndum, ni DUI, ni falta que les hace.

El pasado día 1, lo volvieron a demostrar. Una quincena de escalopins se bañaron en las gélidas aguas del pequeño puerto, para «darle la bienvenida al año» y dejar claro quien manda allí.

El entorno del mollet, envuelto en unas transparentes y cegadoras aguas turquesa, está poseído por los varaderos que albergan las barcas que afortunadamente siguen saliendo a pescar.

Eso si, por encima, en un nivel superior están los virots de La Mola, pero a esos los dejamos para otro día.