Otra vez un domingo. Igual que hace 30 años. Lo que venía siendo un día familiar aliñado con la jornada futbolística se tornó gris; negro con la noche ya caída. Estaba piulando un tuit intrascendente cuando advertí un avance de TMZ: BREAKING: Kobe Bryant Has Died In A Helicopter Crash. Ocho palabras para un scoop demoledor. Otras formas de comunicación, pero igual de helador que 30 años atrás.

Recuerdo que aquel domingo de principios de diciembre de 1989 estaba viendo un partido de fútbol del Benidorm. De repente, un runrún corrió de boca en boca. Eran tiempos en los que había un horario unificado y los equipos modestos todavía reunían a una buena masa en las gradas, aficionados que seguían los partidos de primera a través de los carruseles radiofónicos. Aquella tarde, todos interrumpían las narraciones de partidos o rondas de resultados para dar cuenta de un trágico accidente ocurrido en la M-30 de Madrid. El siniestro había ocurrido casi dos horas antes, pero la realidad de los medios y las comunicaciones eran otras: la información debía estar corroborada por varias fuentes oficiales. Imperaba el buen hacer y el rigor periodístico más allá de la inmediatez. La víctima era Fernando Martín. El primer jugador que cruzó el océano para codearse con las torres más rocosas de la NBA se había dejado la vida al volante de un Lancia Delta.

Treinta años después, Kobe Bryant, la ‘Mamba Negra’, la plasticidad personificada, se dejaba la vida junto a su hija Gigi y otras siete personas en un accidente aéreo. Sobrevolaban Los Angeles para ir a un partido de su ‘heredera’ en el firmamento de la canasta. La noticia molestó a la Policía. La inmediatez con la que se comunicó el nombre de Kobe Bryant superó a los oficiales que buscaban a la familia para dar la noticia. Desgraciadamente, la estrella de los Lakers ya era leyenda.