Un maná inagotable de vino fluye por San Antonio entre la frita de cerdo y el arroz de matanzas, sobrasada, coca, butifarrón y los huevos fritos con que José María de Sa Gatera salva a tantos espíritus tambaleantes.

Todo el pueblo salta a la calle caliente con regocijo y más de un vegano traiciona su masoquista dieta en una fiesta fabulosa de sabor antiguo, de tradiciones que no pueden olvidarse, de viva cultura ibicenca. ¡Olé por su inventor, Vicent de Kantaun, y la brava tripulación de amigos que lo acompañan en una juerga apoteósica!

¡Aquí no hay fast food ni chorradas artificiales ni servidumbre cibernética! Surge por doquier el sagrado gozo de la espontaneidad y uno brinda y danza y se enamora fácilmente. Es una bacanal a la portmanyí que atrae a diversas gentes de toda la isla y allende los mares, sin horterada minimalista o prostitución turística. La competencia por el mejor arroz del mundo es tan dura como cortés; y hay espías ojo avizor entre los diferentes puestos. En su receta se descubren trucos ancestrales y fastuosos de brujas blancas ibicencas, que son las que verdaderamente mandan en la bendita isla de Bes.

La alegría es un regalo divino que se contagia por corriente simpática; y el hedonismo, un antídoto contra la filosofía de algunos bolas tristes que quieren dictarnos cómo vivir. Panta Rei, cantaba Heráclito antes de remojarse en las aguas volubles del río eternamente cambiante. Y así canto yo, todavía consciente que cada trago al báquico porrón inspira diferentes sueños.