No soy de ningún partido político. Tal vez porque he visto cómo mi padre se desencantó con los que votó a pecho descubierto en 1982 o cómo mi madre ve cómo todo aquello por lo que luchó se diluye en la nada. Soy más de personas. De esos que nos hacen mejorar como sociedad, lleven las siglas que lleven. He conocido responsables políticos magníficos de un lado y de otro a los que admiré por su trabajo sin ser azules, naranjas o rojos y con ellos puedo hablar y discutir de todo tipo de temas, respetándonos unos a otros. Y admiro, por supuesto, a «esos luchadores del ocaso que se parten el pecho por ser escuchados» (Ismael Serrano dixit). A aquellos que se han dejado la vida, la salud y muchas otras cosas por el camino defendiendo sus ideales y luchando para que ahora estemos como estemos viviendo mucho mejor que con el dictador Francisco Franco.

Uno de estos luchadores es mi primo y amigo, Jerónimo Lorente, incansable activista social por la Otra Guadalajara –esa que a casi nadie interesa– o por la instalación definitiva de un parador en Molina de Aragón para mejorar el entorno de nuestro pueblo, Adobes, antes que desaparezca. Estuvo en la cárcel varios años por defender los derechos de los trabajadores de Correos cuando otros como yo no habíamos nacido. Se define en Facebook, desde donde hace reflexiones tremendamente acertadas, como «ni de derechas ni de izquierdas, mejor de delante, mejor multirupturista democrático». Chapeau. Por eso, cuando ayer recordó «aquellas palabras que un viejo comunista vallecano le dijo a Sabino Cuadra: solo hay una cosa peor que tragar sapos... y es decir que están buenos» para referirse a Irene Montero, cuando dijo que «aplaudir al Rey forma parte de los valores republicanos», no pude menos que aplaudir. Don Jerónimo dió en el clavo como siempre. Ya no se trata de si eres monárquico o no. Si eres de izquierdas o de derechas. Se trata de ser coherente en la vida. Don Jerónimo Lorente lo ha sido toda su vida. Otros, en cambio, no. Llegan al poder y cambian.