Por desgracia, no exageré en mi artículo de opinión del pasado 28 de febrero titulado ‘Coronavirus: un problema muy serio’. Informé con veracidad y ciencia, sin endulzamiento. Me aconsejaron seguir la corriente de la mayoría, pero me negué. Cuando uno empieza a investigar se encuentra con las contradicciones, cosas imposibles de rebatir y que demuestran que nos engañaron. Eso me pasó a mí. Puse sobre la mesa, datos fiables de fuentes de gran prestigio: el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), el epidemiólogo de Harvard Marc Lipsitch o la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pagué un alto precio por ello. Desprestigiaron mi trabajo como profesional. La mayoría se cachondeó por afirmar que el coronavirus es una cuestión muy seria y que no es como una gripe. Me tildaron, entre otras cosas, de alarmista. Ahora todos están muy serios. Han cambiado el tono. En todo momento he hecho lo que hace cualquier ciudadano: preguntarse, sin importarle lo que dice la mayoría, lo que tengo duda. Digo la mayoría porque hay una parte de la sociedad que sigue negando todo esto por inverosímil que parezca. A esta gente le pido que despierte de una vez. Entre todos debemos minimizar nuestros propios riesgos: mantener una buena higiene de manos, evitar multitudes y autocuarentena. Los aislamientos de alta intensidad (por ejemplo, los eventos deportivos a puerta cerrada) son una buena medida para reducir la transmisión del virus. España también debería hacer tests masivos para saber el número real de casos. Los asintomáticos son el combustible para que esta enfermedad siga propagándose sin freno. No quiero echarme a nadie más encima, pero tengo que decir que las medidas adoptadas por el Gobierno español llegan muy tarde. ¿Hay que esperar a que haya 35 muertos y más de 1.500 contagiados para actuar? Solamente les digo que las consignas no son buenas consejeras. Hay mucho en juego. Les pido responsabilidad. Es el momento de estar a la altura del enemigo, sacando lo mejor de cada uno de nosotros. Seguiré informando de este tema, aunque clame en el desierto.