Seis días de confinamiento. 144 horas de closings. Desde el sábado, balcones, terrazas y hasta las ventanas más minúsculas han adquirido un valor añadido. Ventanas al mundo que conectan personas, entrelazan vidas, sentimientos y, sobre todo, esperanza. Mantener el ánimo es clave. Balcones convertidos en atalayas de resistencia contra el virus, también de la incomunicación. Balcones, terrazas o ventanas que recuperan el espíritu de las corralas o que se configuran en graderíos de estadios de fútbol que sueñan con goles y triunfos que están por venir. Desde mi ‘resistencia’ de 2x3 metros, que me permite ver la silueta de la parte más alta de Dalt Vila, veo pasar los días. El tour de force del fin de semana lo pasé como James Stewart, sin poder salir a correr, pero sin la pierna quebrada. Sin visitas de Grace Kelly, pero hablando o wasapeando con ‘mis Grace Kellys’. Saboreando un buen libro de Pérez Reverte; valorando un buen Rueda de mi querido Salva; disfrutando de las ocurrencias de Món o Pepe, o interrumpiendo las partidas de Samu en la play. Por momentos eché de menos hasta el paso de algún cafre con la música de su auto a todo volumen. La media de ‘intensitos’ por la avenida Joan Carles I suele repuntar a estas alturas del año. Ya habrá tiempo para lo del emérito. Como pintaron con sus sonrisas Tonet, Jaume, Josete, Alicia... ¡Todo irá bien! Ya van seis días de confinamiento. El ‘jefe’ nos alumbra desde el cielo e incluso ha obrado el pequeño milagro de las videollamadas entre un servidor y la ‘Mamma’. Hasta ahora, el viaje de la vida ha valido mucho la pena, pero lo mejor está por llegar. No espero ni deseo llegar al centenario para que me saquen en una contra del Periódico, pero fantaseo con un sa Cadira dels majors a lo Hugh Hefner. Al mal tiempo, buena cara. Las calçotadas ya las disfrutaremos el año próximo. Las risas, abrazos y besos se llevan en el corazón. Resistid y todo irá bien.