De golpe y porrazo, todo ha cambiado y nada es como antes. El mundo es distinto y todo se ha alterado. El planeta vive ahora al ritmo que va marcando una pandemia que está resultando realmente preocupante, con efectos de difícil previsión y consecuencias, a día de hoy, que nadie hubiera imaginado hace unos meses simplemente.

El temido coronavirus tuvo su origen en una provincia de China, muy lejos pensábamos entonces. Será un problema local que se resolverá en ese país. Es lo que quisimos creer en su momento. Pero la realidad es terca y nos está demostrando lo equivocados que estábamos.

En un mundo globalizado como el nuestro, donde resulta tan fácil ir de un extremo a otro del continente en cuestión de horas, incluso de continente a continente, viajar, que antes era un auténtico lujo, ahora se encuentra afortunadamente al alcance de muchísima gente y resulta lo cotidiano. Ello hace que lo que, en principio, es maravilloso, ahora mismo se haya convertido en algo nefasto. En esta globalización en la que vivimos resulta materialmente imposible retener un virus que está causando estragos en todo el mundo.

De esa provincia de China ha saltado con extrema rapidez a más de 160 países y ha afectado ya a más de 200.000 personas, y la previsión es que se siga expandiendo. Ya no es un problema local, ha pasado a ser un enorme problema mundial que está resultando muy difícil de controlar.

Para intentar controlarlo, nuestras autoridades al igual que las de otros muchos países, se han visto obligadas a tomar decisiones difíciles que nos afectan tremendamente a todos. Estas decisiones alteran todo aquello a lo que estamos acostumbrados, incluso nuestra propia libertad, por lo que está claro que no resulta fácil acostumbrarse.

Al mismo tiempo, es este un virus que lo está engullendo todo. Ya no quedan asuntos en ningún sitio que estén por encima de esta pandemia. Es el centro de nuestras vidas y se está tragando todo lo demás. Incluso algo tan trascendental como el escándalo que afecta a nuestra Casa Real y que en otras circunstancias habría sido el centro de atención prácticamente único de todos los informativos de nuestro país durante un largo periodo de tiempo, ahora mismo está pasando casi de puntillas por nuestras vidas.

Nuestra sociedad necesita atacar numerosos problemas que nos afectan y, en estos momentos, parece imposible centrarse en solucionar nada que no sea la amenaza de la COVID-19. Por ello, precisamente, todos sin excepción debemos centrarnos en aportar nuestro granito de arena para derrotar cuanto antes esa amenaza que se cierne sobre nuestras cabezas. Es momento de aunar esfuerzos y trabajar todos con la vista puesta en el mismo objetivo. No valen distracciones ni falsas colaboraciones. Hay que poner toda la carne en el asador por parte de todos, sin excepción alguna.

Ahora no valen controversias políticas ni sociales. Todos a una debemos arrimar el hombro y colaborar en la medida de lo posible para superar esta situación. No vale perder el tiempo criticando aquello que se crea que no se está haciendo bien. Si algo no funciona, vamos a procurar que vaya mejor; que ya volverá el tiempo para discrepar y criticar, pero en estos momentos solo sirve colaborar.

Todos tenemos una función que cumplir, desde el presidente del Gobierno al último ciudadano de a pie. No actuemos por nuestra cuenta sin tener presente el interés general. No restemos importancia a lo que cada uno podamos aportar. Saquemos nuestro civismo y pensemos en el bien de todos.

Si todos colaboramos, seguro que pronto podremos volver a centrarnos en todo aquello que nos importa y nos interesa y que esta pandemia se está tragando.