En los últimos años hemos oído miles de veces frases hechas como: «La crisis es una oportunidad». Pero es que amigos míos, la crisis económica que empezó en 2007 ha sido el chocolate del loro comparada con la que se nos viene encima. Económicamente, la temporada turística no hay quien la salve. Ni en el mejor de los escenarios hay tiempo para reconducir esta situación. Pero hay otras muchas cosas que deberán cambiar cuando salgamos de esta. El mantenimiento de un sistema sanitario público fuerte es incuestionable. Recortarlo es inaceptable. Debería quedar claro que en el futuro las divergencias ideológicas deberán existir, pero siempre a partir de la aceptación de unos principios que este palo nos va a hacer aprender y que deben ser incuestionables.
Esta crisis es como un examen general para nuestra sociedad y sinceramente vemos muchos suspensos. El estado se ha equivocado, ha llegado tarde varias veces y algunos de esos errores han sido terriblemente graves. El anuncio del Estado de Alarma llegó tarde y no sirvió para evitar las multitudinarias manifestaciones del 8 de marzo y otras concentraciones que van a pasar factura a la salud colectiva.

Y muchos otros suspensos individuales, de aquellos que con sus salidas innecesarias o acumulación absurda de alimentos, siguen poniendo en riesgo al colectivo. El ojo del huracán está a punto de llegar, el crecimiento del número de afectados y de víctimas va a ser exponencial en los próximos días y veremos como pilla a esta sociedad enclaustrada y con los nervios a flor de piel y el talante bajo mínimos.

El terrible momento no permite más fisuras entre partidos, comunidades autónomas y Estado. O entendemos la excepcionalidad del momento y caminamos en la misma dirección o el ‘bicho’ se nos come.