Después de esta crisis vírica las encuestas volverán a dar la mejor nota al valor y buen hacer de sanitarios y fuerzas armadas mientras que la clase política será suspendida por su tremenda incapacidad.

Confiemos que esta vez la protesta conlleve cambios muy necesarios, pues son tantos los burrócratas que maman de la teta pública que no saben coordinarse en la maraña de competencias triplicadas, se suben el sueldo incluso en las crisis más duras, resultan incapaces en prever una crisis y son más volubles en sus declaraciones que una cabaretera marsellesa con sus perfumes.

¿Alguien considera normal que España, teniendo la mitad de población, cuente el doble de políticos a sueldo que Alemania? Prebendas, pensiones, asesores a dedo, cainitas por doquier, gobierno y autonomías divididos y enfrentados, compras desordenadas en las que encima los timan en un sálvese quien pueda… El gigantesco leviatán, tan innecesario como contraproducente, debe adelgazar para que se puedan destinar mejores fondos a campos fundamentales sin necesidad de esquilmar todavía más con los impuestos (la medida favorita de tanto chupóptero que no sabe administrar).

Pero mientras tanto la lucha sigue. La bendición papal en una plaza solitaria y bajo la lluvia, cuidando que no decaiga la esperanza; el Ejército montando en tiempo récord el mayor hospital de España, guardias civiles que cumplen con su deber hasta la muerte, sanitarios que creen que toda vida humana es sagrada al contrario de lo que predican algunos avaros vecinos del norte de Europa…

El músculo social de España es enorme, no así el de tanto patán político sobrepasado. Si esquivamos el horrible totalitarismo, esta crisis nos fortalecerá en esos valores que los chacales daban por perdidos.