El palentólogo Eudald Carbonell, uno de los tres codirectores de Atapuerca, decía en la radio que la especie humana está a punto del colapso «por una globalización mal hecha».

Dice Carbonell que esta «no se ha planificado y no se ha integrado la diversidad» y basándose en la experiencia de homínidos anteriores que el arqueólogo conoce bien, asevera que si no se hacen las cosas bien, tras esta pandemia «estaremos al borde de la extinción».

Una crisis de esta dimensión nos está haciendo ver que el sistema no funciona. En un mundo globalizado, un problema global es abordado con un «sálvese quien pueda, y el último que tire la llave».

Lo de la Unión Europea es un claro ejemplo, no hay voluntad de actuar globalmente y se ha convertido la gestión de la crisis en un campeonato reproches y ninguna solución. Siempre me ha costado creer en la Unión Europea, pero después de esta que no me busquen.

Y lo de Trump, aunque esperable de un esperpento así, es de todo menos solidario. Pero no hace falta ir tan lejos, sin salir de casa, las comunidades autónomas y el gobierno andan tirándose los trastos a la cabeza desde el primer día.

Claro que si empezamos por lo más raso, las imágenes de la gente en los supermercados acumulando papel higiénico para un batallón o arrasando con productos de alimentación para sobrevivir hasta 2050, vendrían a justificar la manida frase de «tenemos lo que votamos».

El sistema no funciona, no lo digo sólo por la pandemia, no funciona en las crisis de los refugiados, no funciona en la lucha contra el cambio climático, no funciona en la violencia machista. No funciona.

Si el discurso de Carbonell podría parecer el de un lunático paranoide y catastrofista, cuando lo piensas un poco, igual es verdad que la especie está a punto de colapsar.