La pandemia del COVID-19 está sacando lo mejor y lo peor de uno mismo. Lo mejor, el poder centrarse en mirar hacia dentro, qué sentimos, cómo lo sentimos, notar que lo verdaderamente importante siempre ha sido poder salir a la calle, pasear de la mano, comer todos en familia y con los amigos, besarnos, abrazarnos, poder pisar la playa o tomar una caña en una terraza...¡la lista es infinita! En definitiva, tener más tiempo para la reflexión, el autoconocimiento y la creatividad (¡maravilla de respuesta de Ibiza con música en balcones o entrenadores personales dando sesiones gratis de ejercicio en redes sociales!).

Lo peor, la falta de responsabilidad, civismo y empatía al saltarse la cuarentena tres o cuatro veces en dos días, alegando que iba a ver a su pareja, o quien sale a correr, pasear o comprar en pareja como si no pasara nada. Sí que está pasando. Está muriendo gente y hay que quedarse en casa el tiempo que haga falta.

En Ibiza existe una sensación incómoda y es que la temporada, y casi el año, está perdido. Quizá aún es pronto para tan malos augurios (nunca se sabe), pero la realidad es que se desconoce la evolución de la pandemia y cuando se llegue al famoso pico del que hablan los expertos, que en Ibiza y Formentera será más tarde que en el resto de Baleares, se empezará a regresar de forma paulatina a la normalidad.

Tenemos que cambiar el chip y asumir que esa realidad que llegará tras superar esto no será como antes, ni en Pitiusas ni en el resto del país ni en el mundo entero. Nuestras vidas y nuestra manera de entender el mundo, la economía, la salud y la enfermedad habrán cambiado por un mal ‘bicho’ llamado COVID-19.