El hecho de que alguien se haya ensañado con terrible furor en miles y miles de personas inocentes mediante la más brutal pandemia no puede ser otro, pienso yo en mi humilde opinión, que el gran enemigo del hombre: el diablo. Pero sabemos que Dios Padre no permitirá que el espíritu maligno gane la batalla. Dios omnipotente y eterno por su Hijo Jesucristo y en unión del Espíritu Santo nos dará la ayuda necesaria para que todos recuperemos más pronto que tarde la salud, el bienestar y la paz. Sigamos rezando con fe y confianza. Reza y trabaja. El Señor no desampara a nadie.

Cierto articulista, hablando de la dramática y dura situación por el coronavirus COVID-19, afirma acertadamente que, a pesar de la gran tragedia, existen valores positivos. La bendición papal en una plaza solitaria y bajo la lluvia, cuidando no decaiga la esperanza; el Ejército, montando en tiempo récord el mayor hospital de España; guardias civiles y policías que cumplen con su deber hasta la muerte; sanitarios que creen que toda vida humana es sagrad. Por eso, para salvar vidas exponen su propia vida. Al contrario de lo que predican algunos avaros vecinos del norte de Europa. Si esquivamos el horrible totalitarismo, esta crisis nos fortalecerá en esos valores que los chacales daban por perdidos.