Los cuatro Evangelios narran los primeros testimonios de las santas mujeres y de los discípulos acerca de la Resurrección de Cristo. La misma tarde del domingo Jesús se aparece a los Apóstoles. Se presenta en medio de ellos, sin necesidad de abrir las puertas, ya que goza de las cualidades del cuerpo glorioso; pero para deshacer la posible impresión de que es sólo un espíritu, les muestra las manos y el costado; no queda ninguna duda de que es Jesús mismo y que verdaderamente ha resucitado.

En los Hechos de los Apóstoles, San Pedro dice: Nosotros somos testigos de todo lo que hizo Jesús en la tierra de los judíos, y en Jerusalén. A éste lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios; a nosotros que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. (Salmo 117). Si hemos resucitado con Cristo, busquemos los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios (Col.3,1-4) Recordemos en todo momento que la Resurrección de Cristo es el fundamento sólido de nuestra Fe cristiana. La finalidad primordial en nuestra vida ha de ser : buscar, encontrar y amar a Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Dios. Al Señor Jesucristo lo tenemos en el Cielo y en la Santísima Eucaristía.

De la Secuencia de este día de Pascua entresaco estas hermosas palabras: ¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?. A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. Resucitó de veras mi amor y mi esperanza.