En qué momento se jodió el Perú? Eso se preguntaba Mario Vargas Llosa al comienzo de Conversación en la Catedral. En la historia de todos los pueblos se ha llegado a extremos peligrosos que podían preverse. Por eso hay que estar al quite y criticar los desmanes de los que se sientan en la poltrona del poder, la mayoría de los cuales sueñan con un totalitarismo aplicado a la granja social en que todos somos iguales, pero los hay más iguales que otros.

Dicen que viene la censura y que hay que aguzar el ingenio. Ya La Codorniz, en pleno franquismo, sacó un parte meteorológico que decía: «Reina un fresco general procedente de Galicia».

Actualmente vivimos convulsos tiempos planetarios debido a la irrupción de un virus de una tierra comunista donde consideran un manjar a las ratas aladas. Tal vez fue creado en un laboratorio-caja-de-Pandora, pero lo único claro es que conocían su peligro antes de anunciarlo y extendieron su étnico tam-tam: «Cerrado por vacaciones».

En España hay un clamor contra la consciente frivolidad del gobierno sanchista antes de la crisis. También contra su descoordinada gestión en este durante. El después se anuncia duro, pues son los principales responsables.

Un amigo rentista, de ideología social-comunista, me asegura que Casado lo hubiera hecho peor. Pero tales hipótesis son como el «¡yo aún diría más!» de Hernández y Fernández en los tebeos de Tintín. Ya Ortega exponía que ser de izquierdas como ser de derechas es una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil. Hay que criticar lo que hay, que es de una incapacidad tan escalofriante como su jodida deriva.