Tengo muy buenos amigos y algún que otro primo que son peluqueros o se dedican al negocio de los productos para el pelo. Todos son muy buena gente, trabajadores, honrados y una parte imprescindible de la vida del barrio donde tienen su negocio, haciendo, como es el caso de alguna, verdaderos esfuerzos económicos para poner ofertas que se ajusten a los bolsillos maltratados de los que están sufriendo los estragos de la crisis del coronavirus. Por ello, durante estas últimas 48 horas veo con incredulidad como el Gobierno de Pedro Sánchez no es capaz de dar una solución o cuanto menos dejar claro que es lo que tienen que hacer durante las famosas fases de desescalada. Uno, incluso, me decía ayer que iba a tener una reunión telemática de urgencia por su cuenta con el Gremio de Peluqueros de Pime, en Mallorca, para que le asesoraran y, si no lo tenía claro, se esperaría una semana. Otra me decía, tirando de sentido del humor, que iría atendiendo de hora en hora a sus clientas para que, una vez que terminara con el corte de pelo, disfrutaran ambas de su compañía. Eso sí, separadas por una distancia muy difícil de cumplir. ¿Cómo puede ser posible que con todo el tiempo que llevamos con esto del coronavirus nadie haya ido pensando en medidas y dejar todo a la improvisación? ¿Cómo puede ser que nadie repare en que detrás de cada tijera, cada palabra amable, cada corte de pelo o cada color de tinte hay una familia que tiene que llegar a fin de mes sabiendo que su negocio lleva mucho tiempo cerrado mientras las facturas se siguen acumulando? Sé que es duro pero dice el dicho que mal de muchos consuelo de tontos y tal vez sea lo que nos quede. Lo siento amigos peluqueros, no sois los únicos afectados por un Gobierno que toma medidas basándose en la improvisación.