Hoy empieza la desescalada que en Formentera pasa directamente a la fase 1, ahorrándose la primera parte más restrictiva. Los hoteles y alojamientos turísticos pueden ofrecer servicio, exceptuando las zonas comunes. Con mucho tino, los hoteleros de la isla han decidido que, de momento, no van a abrir. «Si los hoteles pueden abrir pero los turistas no pueden venir, es absurdo», argumentan.

Algo parecido pasa con las cafeterías, bares y restaurantes. Hoy van a abrir las terrazas de algunos de los establecimientos más emblemáticos de la isla, pero la gran mayoría permanecerán cerrados. En el Pilar de La Mola ningún bar abrirá sus puertas a la espera de las nuevas fases.

Formentera es claramente un destino turístico, que durante la temporada viste sus mejores galas y la actividad en todos los sectores es frenética. Pero cuando se marchan los turistas, la isla se convierte en un parque temático cerrado a cal y canto y en el que sus moradores se dedican fundamentalmente a hibernar y recuperarse de un intenso verano que les ha dejado con algunos kilos menos y algunos ceros más en la cuenta.

Pero este año se presenta una temporada realmente incierta y eso tiene a todo el mundo preocupado. En años anteriores a estas alturas de mayo, el frenesí ya habría llegado a la carretera, las terrazas gozarían de un buen ambiente y las mejores mesas de algunos restaurantes estarían permanentemente ocupadas.

Los empresarios temen dar pasos en falso y cargarse de personal para no atender a nadie; la mayoría de profesionales permanecen en sus hogares peninsulares esperando la llamada; los artesanos no saben a quién podrán vender sus productos y para ellos, que la mayoría son autónomos temporales, no se contempla ninguna ayuda.
A día de hoy, no tiene buena pinta.