En diversas ocasiones me he referido a la necesidad de mantener una actitud responsable por parte de todas las fuerzas políticas ante la grave situación de emergencia nacional provocada por la pandemia de la COVID-19.

También he manifestado que nada parecido cabía esperar de algunos partidos extremistas, como puedan ser VOX por la extrema derecha o la CUP por la extrema izquierda independentista. Sí debería esperarse de aquellos partidos con vocación real de gobierno y que en anteriores legislaturas han estado al frente del ejecutivo del Estado, y en concreto me estoy refiriendo al Partido Popular.

Su presidente Pablo Casado, como líder de la oposición, en ningún momento se ha mostrado abiertamente favorable a jugar la baza de un acuerdo de las principales fuerzas democráticas del escenario político de nuestro país. Se ha visto forzado a no oponerse a determinadas propuestas que salían del gobierno de Pedro Sánchez, más por no verse solo y pretendiendo mostrar un falso talante de colaboración que por el hecho de que realmente sintiera la necesidad de aunar esfuerzos en la denodada lucha contra la pandemia que nos azota.

Pero como era fácilmente deducible, ha aguantado poco en su ficticio papel y ya ha anunciado públicamente que se acabó marear la perdiz y que el PP se aparta del consenso, para intentar de forma penosa tratar de sacarle rendimiento político al sufrimiento de todos los españoles. Para ello, esta misma semana manifestó en el congreso de diputados su abierta oposición a futuras propuestas del gobierno. Pero no contento con eso, se ha lanzado al ruedo con algo que resulta del todo incomprensible y que seguro que le reprobarán incluso algunos de su propio partido y es el apoyo incondicional a la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid y a su gestión durante estos meses de emergencia sanitaria.

Una presidenta que dirige la Comunidad de Madrid como pollo sin cabeza y sin el menor rigor. Que lo que critica hoy, lo alaba y reclama mañana; que se adjudica sin más todo lo que se pueda estar haciendo bien y culpa al Gobierno del Estado de todo lo que salga mal; cuyo único objetivo es el de hacer oposición a Pedro Sánchez y su gobierno, en lugar de velar por el bienestar de sus conciudadanos; que tan pronto acusa a ese gobierno de ser responsable directo de la expansión del virus por autorizar en marzo determinadas manifestaciones, que ahora ensalza las concentraciones ilegales en la calle incumpliendo las reglas del confinamiento en fase 0, como está ocurriendo en el barrio de Salamanca en la capital de España.

Es la misma presidenta cuyo gobierno ocultaba deliberadamente datos sobre lo que estaba ocurriendo en las residencias de mayores; la misma persona que defiende las bondades de una alimentación infantil a base de hamburguesas y pizzas como menús saludables; la misma persona que dice que el significado de COVID-19 es coronavirus diciembre 19, demostrando con ello la magnitud de su ignorancia; la misma persona que reclama el pase de Madrid a la fase 1 en contra de la opinión de los técnicos y anteponiendo cuestiones económicas a las puramente sanitarias, provocando con ello la dimisión de su propia directora general de salud pública; la misma que organizó un patético acto de clausura del hospital de Ifema sin respetar ningún criterio de seguridad.

La responsable de todos estos desaguisados es el icono de Pablo Casado; es el ejemplo de gestión que hay que admirar y copiar; es quien representa los valores que el PP quiere transmitir y que está haciendo todo aquello que le gustaría hacer a los populares si estuvieran gobernando.

Pues no, señor Casado, ese no es el camino. El presidente del Gobierno está cometiendo algunos errores que se deberían reconducir, sobre todo en lo que se refiere a una fluida comunicación con el resto de fuerzas políticas, pero de eso a dejarle de lado y avalar incondicionalmente la vergonzante y obscena gestión de la señora Díaz Ayuso en Madrid y alinearse descaradamente junto a VOX hay mucho trecho.