El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), Fernando Simón.

Cero muertos. Voy a teclearlo bajito por si al cierre de esta bitácora se nos cuela algún deceso entre renglón y renglón partiendo esta bombona de oxígeno que nos alienta bajo la mascarilla. Cero muertos en las últimas 24 horas, sin nombres ni apellidos, ni historias, ni lágrimas veladas. Cero muertos que brillan hasta teñir de verde la esperanza de que esta distopía nos dé una tregua y el puñetero bicho se largue a freír espárragos.

Los otros, los 27.127 aplauden desde el otro lado y nos alientan a seguir luchando contra este monstruo voraz y sanguinario que les cercenó el futuro sigiloso y certero. Cero muertos, y los 27.127 nos ruegan desde ahí arriba que no sumemos más, que nos quedemos quietecitos y que no hagamos el gilipollas. Sus voces ahogadas nos gritan que nos dejemos de botellones, de fiestas sin distancias y de manos sucias. Ellos, que saben que hay abrazos que matan, nos recuerdan que en los últimos siete días han sido 35 los que se les han sumado en este macabro baile en el que no se cuenta a los que se marcharon sin que un test reconociese su culpa, despellejando pensiones que querríamos seguir pagando.

Cero muertos, sí, pero aquí, en nuestra piel de toro, porque la OMS, la Organización Mundial de la Salud, que es la misma que afirmó que la carne roja y por ende el jamón ibérico eran cancerígenos, ha cifrado en 371.166 las tristes despedidas por el COVID-19 en todo el planeta desde que comenzó la pandemia. Además, son más de seis los millones de contagiados que sepamos y, aunque parece que en Europa su fuerza se hace menos densa y tiende a remitir, en Estados Unidos, Brasil y Rusia no les da tregua. El calor no parece ser un impedimento para el avance de este monstruo de colores que traspasa fronteras y América sufre estos días su hambre voraz, que se suma a la otra, a la de la pobreza y la desesperación. No hay continente que se libre de su zarpazo. 2,15 millones de infectados regados por Europa, 520.000 por Oriente Medio, 455.000 en Asia Oriental y 104.000 en África. Dicen los medios que los países gobernados por mujeres son los que mejor han sabido lidiar contra este toro verde y que los africanos, acostumbrados a plazas similares, han sabido sacudir mejor el capote que quienes nos reímos de esta supuesta gripe.

La realidad es que no tenemos ni idea de si nuestra cepa es distinta a la de los otros, si esta ha mutado, si sobrevivirá al verano, si regresará con un nuevo brote o si nos cortará de golpe y porrazo esta ‘nueva normalidad’ que vivimos estos días. En las islas saltamos de fase en fase pensando que la temporada podrá empezar en julio, con vuelos, con turistas y con mojitos, pero quién nos dice que no es todo una falacia y que los de fuera no se traerán consigo otra variedad del bicho para invocar a los espíritus.

Yo, por lo pronto, voy a disfrutar mucho de este mes de junio ‘semiconfinada’, a nadar en el mar, a bucear hasta que me piquen los ojos y me duelan los oídos y a ver a los míos de cerca, por si nos cortan el grifo y se nos vuelven a llenar los cementerios.