Anonymous se ha convertido estos días en el foco de todas las miradas tras la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd a manos de la Policía de Minnesota. Este colectivo hacktivista mostró su rechazo publicando un vídeo donde amenazaron con revelar información que iba a perjudicar a poderosos del mundo. A las 24 horas de lanzar el vídeo comenzaron una serie de filtraciones y de ataques informáticos a sitios web que fueron compartiendo en las redes sociales. Entre las actuaciones de este movimiento de ciberactivistas se encuentran las afirmaciones que culpan al Gobierno chino de hacer todo lo posible para minimizar la gravedad del brote del COVID-19 y a la OMS de actuar como portavoz de ese país; la caída de la web de El Vaticano durante dos horas; la publicación de informaciones que siembran dudas sobre las muertes prematuras de Kurt Cobain, Marilyn Monroe o Avicii; o el regreso de las viejas conspiraciones sobre el fallecimiento de Lady Di y la supuesta implicación de Donald Trump en el caso Jeffrey Epstein. Lo cierto es que hay que ir con pies de plomo porque todavía se desconoce si las informaciones reveladas por Anonymous son ciertas o se tratan de bulos. Lo más peligroso hoy en día es no hacer nada ante las injusticias, como la muerte de George Floyd. Anonymous tal vez no haga siempre lo más adecuado, pero lo cierto es que con las cosas que no funcionan en este mundo hay que hacer algo al respecto. Por ejemplo, esta legión de ciberactivistas hace una labor importante en la lucha contra la pornografía infantil. Estados Unidos los tiene marcados como grupo terrorista porque participaron en la lucha contra HBgary, en la defensa de Wikileaks o en la defensa de Edward Snowden.