Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa». Es la primera entrada que nos encontramos en el diccionario de la RAE si uno busca la palabra «mentir». La tercera añade «fingir, aparentar». Y la quinta apunta «faltar a lo prometido, quebrantar un pacto». Uno podría decir que en los últimos días el ministro Marlaska roza el pleno. En menos de dos semanas ha aportado cuatro versiones diferentes, argumentos que ha ido cambiando a medida que le iban cogiendo en los renuncios en un Marlaska Gate que es insostenible, aunque en el hooliganismo político actual, rojos y azules defienden lo suyo a capa y espada.


En el bucle de falsedades, medias verdades, globos sonda y rectificaciones en el que anda inmerso el Gobierno, el nivel Premiun se lo llevaría esta semana el magistrado fichado como ministro, capaz de pedir a un mando de la Guardia Civil poco menos que prevarique. El juez Grande-Marlaska, que hace 14 años exigía el máximo respeto al secreto de sumario en el caso Faisán, es el mismo Marlaska que solicitó al coronel Pérez de los Cobos información sobre la investigación del 8M desarrollada por la Policía Judicial. Tras el cese del coronel, Marlaska apuntó que era un relevo previsto. El tiempo y las versiones de unos y otros apuntaban más a una purga. El documento firmado por la directora general del Instituto Armado deja poco espacio a la duda. Los mismos que hasta hace poco elevaban prácticamente a la categoría de sentencia los informes de la Guardia Civil en los casos Púnica o Taula, ahora restan valor a las investigaciones de la Policía Judicial y escampan sus tesis conspiranoides a través de sus altavoces mediáticos. Todo por salvar al ministro Marlaska. Cosas de las cloacas, la guerra sucia, las mentiras y los ‘off the record’ sobre el 8M.