Estamos celebrando la solemnidad de la Santísima Trinidad. La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad. Antes de ser bautizados, a través de nuestros padres y padrinos confesamos nuestra fe en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. No hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad. El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela , reconcilia consigo a los hombres , apartados por el pecado y se une a ellos.

La Iglesia , enseña que el Dios único y verdadero, nuestro Creador y Señor, puede ser conocido con certeza por sus obras, gracias a la luz natural de la razón humana(C.C Vaticano I y Vaticano II. DCG. Directorio Catequístico).

Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él. Toda nuestra religión es una revelación de la bondad, de la misericordia, del amor de Dios por nosotros. «Dios es amor»(1ª Jn 4,16). Amor que se difunde y se prodiga; y todo se resume en esta gran verdad que todo lo explica y todo lo ilumina. Si Dios nos ha creado, si nos ha redimido, si nos ama hasta el punto de entregar por nosotros a su Hijo Unigénito, si nos espera como esperaba aquel padre de la parábola a su hijo pródigo, ¿cómo no va a desear que lo tratemos amorosamente?.

El hombre no puede vivir sin amor. Jesucristo exige como primer requisito para participar de su amor la fe en Él. Con ella pasamos de las tinieblas a la luz y encontramos el camino de salvación. La fe de la cual nos habla el Señor no se reduce simplemente a la aceptación intelectual de las verdades que Él nos ha enseñado sino que lleva consigo reconocerle como Hijos de Dios, participar de su misma Vida, y entregarnos por amor, haciéndonos así semejantes a Él.

¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo!