Hace tan poco como el pasado día 4 de marzo, la ministra de Hacienda se presentó en el Senado para someter al Pleno la senda de estabilidad del Reino de España 2020 y 2021-2023 y el techo de gasto para 2020 y 2021.

Hace tan poco tiempo y a la vez hace tanto que todo ha cambiado. No ha cambiado el grado de incertidumbre –así se lo dijimos- que la pandemia COVID-19 introducía en el realismo mágico de la senda de estabilidad que presentaba. Pero ahora, a diferencia de entonces, sabemos que el 2019 lo acabamos con un déficit público del 2,8% del PIB, es decir, 18.650 millones más que la senda oficial y prácticamente 10.000 millones más que el objetivo que –sin encomendarse a nadie- se había fijado Sánchez del 2%.

Con un crecimiento económico cada vez más menguado, pero al menos del 2%, Sánchez nos llevó a los 35.000 millones de déficit público con el agravante de haber querido esconder los 3.500 millones que destapó Eurostat. No es la mejor carta de presentación.

Escribía John Müller días pasados que «en España, salvo excepciones, se gobierna a ojo de buen cubero». Es verdad y buena prueba de ello es el desaguisado estadístico en que el Gobierno ha estado metido durante toda la pandemia y un desconfinamiento más basado en la reparación de la maltrecha imagen pública del presidente del Gobierno que en la respuesta a la necesaria preservación de la salud y la reactivación económica de nuestro país.

En esto de «gobernar a ojo de buen cubero» es especialista la ministra Montero, que un día sabe cómo mover 1.000 millones del presupuesto del Estado de un lado a otro sin que se note; otro día esconde 3.500 millones a Eurostat sin sonrojarse y al siguiente nos desayunamos con 9.000 millones de «errores» de valoración en las cuentas públicas. Y aquí nadie explica nada.

En la actualización del Programa de Estabilidad enviado a Bruselas por Montero y Calviño se describen las medidas derivadas de esta crisis en 2020 con impacto presupuestario en gastos de 28.400 millones (sin contar la renta mínima), las medidas de ingresos con impacto de -6.000 millones y las garantías prestadas por el Estado que ascienden a 100.000 millones y, sin embargo, nada se dice de la senda a seguir.

Es una constante en esta crisis la propaganda anestesiante del Gobierno: todo ha sido de colores en los balcones de España a las 20 horas y todo es de colores en los presupuestos públicos, obviando decir en todo momento cómo pagamos todas las medidas de gasto e ingreso que Sánchez va dictando y obviando decir qué senda vamos a seguir en los próximos años.

Por tanto, no hay senda de estabilidad o, mejor dicho, hay la que marca Sánchez a ningún lugar. ¿Van a mantenerse los recortes en transferencias sociales y gasto farmacéutico no hospitalario por valor de 1.600 millones que Montero y Calviño firmaron en la actualización del Programa de Estabilidad 2019/2021? ¿Y el recorte en bonificaciones a la contratación del 60% y al gasto farmacéutico hospitalario y bienes de equipo de 500 millones anuales durante 4 años que incluían en el mismo programa?

No esperen respuesta porque lo que interesa es propagar el engaño de que todo lo que ahora se decide se pagará en el futuro no sabemos cómo, hasta que -como en mayo de 2010- de la noche a la mañana el porrazo sea de órdago y un presidente socialista comparezca para recortar salarios públicos en 6.800 millones en dos años; 6.045 millones en inversión; 1.530 millones congelando las pensiones; 1.250 millones de euros el cheque bebé o imponga recortes a CCAA por valor de 1.200 millones en un año. Todo eso pasó, fue la respuesta a la crisis de 2008 de los socialistas más la reforma laboral de 2010 que el oficialismo ha olvidado. Sí, la parte de la respuesta a la crisis de 2008 que el vicepresidente del gasto público descontrolado, el señor Iglesias, siempre esconde cuando nos dice que la respuesta a esta crisis será diferente.

El presidente del PP, Pablo Casado, sí ha dibujado una senda para sacar a nuestro país de esta grave crisis económica y social. Una senda sin engaños ni fantasías, una senda realizable. Activemos España, hagamos el esfuerzo –con inteligencia- de sacar a nuestro país de una crisis que se está llevando por delante a trabajadores, empresas, pequeños autónomos, que rompe el camino de reducción de la desigualdad y el riesgo de pobreza que iniciamos en 2014 con el gobierno del PP y pone también en riesgo las políticas de protección de nuestro estado de bienestar.

Activemos España, reduciendo costes en la contratación y fomentando el autoempleo, mejorando el tamaño y la productividad de nuestras empresas reduciendo la tasa de temporalidad de nuestro mercado de trabajo; preservemos empleos para crear más y mejor empleo, porque es la forma de progresar y reducir la desigualdad. Activemos España, en fin, porque en nuestro país hay alientos suficientes para afrontar cualquier reto y preparemos España para que en la próxima crisis la respuesta no tenga que ser nuevamente depender del endeudamiento y los planes de ayuda de otros. No será fácil, seguro, pero merece la pena caminar juntos por la senda que proponemos de mayor progreso y bienestar para todos.