El primero y más importante de los Mandamientos de Dios es: amar a Dios sobre todas las cosas. El cuarto Mandamiento nos dice: ama a tu padre y a tu madre. Las palabras de Jesús de ningún modo entrañan ninguna oposición entre el primero y el cuarto Mandamiento. Simplemente señalan el orden que ha de guardarse. Hemos de amar y respetar a esos padres que Dios nos ha dado y que son colaboradores con el poder creador de Dios. Claro está que el amor a los padres no puede anteponerse al amor de Dios.

Nuestro Señor tiene derecho a disponer de los hijos aún cuando esto suponga un sacrificio (Abraham). Los padres han de ser generosos y dejar hacer a Dios. Si el Señor llama a algún hijo para la vida sacerdotal o religiosa hay que darle muchas gracias por el don de la vocación. Debemos comprender que Dios nunca se deja ganar en generosidad. Seguir a Cristo, cumplir su palabra, significa arriesgar esta vida temporal, renunciando a cosas buenas y lícitas, para obtener la vida eterna.