Juan Mestre. | Toni Escobar

El acoso y derribo que sufre el periodista Vicente Vallés por contar -que no opinar- sobre el asunto del móvil custodiado por Pablo Iglesias a su ex asesora no es un asunto nuevo. Ha habido muchos más casos de ‘acoso y derribo’ en la prensa durante los últimos años, algunos más sutiles que otros, pero al fin y al cabo lo que se perseguía, casi siempre fracasando, era condicionar a los periodistas para que no publicasen determinadas informaciones. No hace falta remontarse mucho y tampoco irse muy lejos. El ‘caso Molina’ fue un claro ejemplo de ‘acoso y derribo’ a los periodistas que publicaron la noticia por parte de los concejales autoproclamados progresistas de Vila, que en las redes sociales intentaban influir para que todo el material informativo que había conseguido Periódico de Ibiza y Formentera cayese en el olvido. No les importaba un pimiento la verdad. Su único objetivo era parar aquellas portadas que durante varios días nos informaron sobre cómo gestionaba Molina las subvenciones para realizar cursos de formación. Recuerdo de mi etapa de IB3 lo nerviosa que se ponía Pilar Costa las contadas veces -una o dos en tres años- que se informaba sobre la instrucción del ‘caso Eivissa Centre’, un asunto que murió en el mismo momento que entró en los juzgados de Ibiza. Daba igual que en aquella etapa se informase a diario, y con muchas piezas diarias y programas en directo, sobre los casos de corrupción del PP. Dudo mucho que ahora se hiciese una cobertura similar -ni aproximada- como la que hicimos durante el primer juicio a Matas. La también autoproclamada progresista Pilar Costa no quería ni ver un segundo del ‘caso Eivissa Centre’ en los informativos. Que no les engañen. Cuando dicen que apoyan la libertad de prensa se refieren a aquellas noticias que afectan a sus rivales políticos. Eso hace tiempo que ocurre.