Es indignante que después de todo lo que se ha tenido que sufrir, de las nefastas consecuencias que ha acarreado la pandemia, de los graves problemas por los que han pasado numerosas familias de nuestro país, de todo lo que ha conllevado para miles de personas verse de repente afectados por un ERTE, de las dificultades de los autónomos y pequeños empresarios para tratar de mantener sus negocios, de la grave situación por la que atraviesa todo el sector turístico en general y el de nuestras islas en particular; veamos como a día de hoy sigue habiendo quien pretende seguir actuando como si no hubiera ocurrido absolutamente nada.

Hay que ser muy irresponsable para no darse cuenta que todo ha pegado un vuelco, que nada es ni será en mucho tiempo como antes y que es necesario adaptarse a la situación actual, con todo lo que ello significa en cuanto a comportamientos, propuestas e ideas de presente y de futuro. Es imprescindible readaptarse a la realidad en la que nos vemos forzados a vivir y a la que nos ha abocado la pandemia.

Resulta imprescindible darse cuenta de como nos vemos obligados a hacer frente a esta temporada veraniega, lo que en condiciones normales llamaríamos temporada turística y que en estos momentos y ya a finales de julio está muy lejos de ser ni tan siquiera algo que se le parezca. Y eso es lo que parece que cuesta asimilar para algunos, por muchos avisos que se hayan lanzado desde todos lados sobre la necesidad de actuar, prácticamente en todos los sentidos, de forma muy distinta a la que estábamos acostumbrados antes de tener que convivir con el COVID-19.

Esta necesidad de reflexión cívica nos afecta a todos por igual, a todos sin excepción alguna. Lo mismo debemos exigir responsabilidad individual a cada una de las personas en su comportamiento, que a los colectivos y a las diferentes administraciones públicas.

Es necesario volver a exigir menos egoísmo al sector más joven de la población y deben estos darse cuenta que actualmente son el principal foco de expansión de la infección vírica. Deben darse cuenta que con su actitud de pasotismo frente al grave problema, están poniendo en riesgo al grueso de la sociedad. No sirve que a ellos no les haya afectado hasta ahora con la misma gravedad que a otros sectores de la población, por que lo cierto es que esa actitud irresponsable no hace más que ayudar a la expansión del virus y con ello a dificultar tremendamente la recuperación social y económica que todos estamos deseando ver.

Otro grupo digno de critica, es el de los empresarios incapaces de ver la existencia de un grave problema sanitario en nuestro entorno y en nuestras casas y que solo son capaces de ver la merma de ingresos en sus negocios. Son estos los que también ponen en peligro no solo nuestro presente, si no que incluso hacen peligrar nuestro futuro.

Capítulo a parte en este apartado de análisis critico de la situación, merecen nuestros representantes políticos en general; incapaces de asimilar el estado real del problema y sin ninguna voluntad de aparcar premisas e idearios de partido y centrar todos los esfuerzos en la recuperación de nuestro país por encima de todo. Esta semana hemos podido vivir un penoso capítulo más de esa incapacidad para pensar única y exclusivamente en el interés y en el bien de toda nuestra sociedad.

Hemos podido ver el ridículo resultado final de los supuestos trabajos durante más de un mes de la mal llamada “Comisión para la reconstrucción”. Hemos visto como en lugar de tener partidos responsables, lo que tenemos son grupos oportunistas, como siempre. Se ha seguido priorizando la bronca por encima del acuerdo. Se esperaban resultados esperanzadores y a lo único que asistimos fue a un patético duelo de aplausos, totalmente estéril y que nada aporta a la sociedad.

Y por si todo ello no fuera suficiente, también cabe resaltar la irresponsabilidad y falta de tacto cívico y social de la mayoría de los diputados y diputadas, que fueron incapaces de dar ejemplo demostrando que son los primeros que cumplen las diversas recomendaciones y normas en lo que al uso de la mascarilla en los lugares cerrados, con aglomeración de gente y donde ni por asomo se puede mantener la distancia de seguridad. Solo acabaron poniéndosela cuando recibieron una merecida reprimenda por parte de la presidenta de la cámara. ¿Este es el ejemplo que hay que dar?. Parece muy claro que muchos no han entendido nada.