Echaremos de menos sus exabruptos en sede parlamentaria, su agresividad injustificada, su arrogancia incontenible, su histrionismo vacuo, su tono altivo y sus insultos enmoquetados. La marquesa del PP ha sido fulminada por el mismo líder que la recuperó del Hades. Pablo Casado libra a España de tener que seguir aguantando a Cayetana Álvarez de Toledo, la breve. Ya era hora de que los populares decidieran abandonar la senda del radicalismo que sólo los había llevado a proferir improperios y a perder elecciones. La estrategia del acercamiento al nacionalismo centralista ha resultado ser un fiasco y la cúpula del PP se ha dado cuenta. Ahora deben volver a recuperar la credibilidad perdida con el discurso que jamás debieron abandonar: la centralidad, la moderación, el liberalismo y la defensa de las singularidades de las regiones. Teodoro García Egea ha demostrado que sus capacidades van más allá de lanzar huesos de aceituna con la boca y, aunque tarde, parece decidido a recomponer un PP desnortado. Casado ha apostado por ensalzar los valores emergentes (Almeida, Prohens y Gamarra) en una combinación que también recupera las voces del rajoyismo moderado (Ana Pastor) con el fin de volver a representar la alternativa de gobierno serena que crea empleo y que no necesita gritar para convencer. La presencia de la marquesa de tacón alto y lengua viperina suponía una amenaza para ese viraje necesario que emprende el PP y que está por ver si acabará por llevarlos a buen puerto. Uno no puede pretender ser portavoz de un partido e ir por libre vomitando una ácida bilis que nada aporta con un discurso pretencioso y soberbio, pretendiéndolo camuflar con una presunta intelectualidad. Los pilares del aznarismo se tambalean mientras el PP busca un nuevo encaje.