No sé si un juez de paz sirve para algo más que para oficiar bodas civiles y algún otro trámite menor, pero se supone que el cargo lleva implícito un comportamiento ejemplar ante sus vecinos.

Eso de ser juez de paz debe de ser, imagino, como un reconocimiento social, pero de todo menos ejemplar ha sido la actitud del empresario detenido la semana pasada por permitir que empleados que habían dado positivo en Covid19 continuasen al pie del cañón, en el negocio, con toda la normalidad del mundo sirviendo comida y bebida en el conocido restaurante El Pirata.

Imagino que hacer caja en agosto en un año muy complicado para el turismo era el único objetivo de este empresario, que evidentemente no le ha quedado más remedio que dimitir como juez de paz después del escándalo que se ha montado.

También es llamativa la reacción del Consell de Formentera, que para no pisar ningún callo no quiso dar su opinión sobre la detención del otrora juez de paz porque, decían, no tenían toda la información. El Consell de Formentera debería dar mensajes en contra de actitudes poco cívicas y ser inflexible, pero el gobierno de la isla ha optado por ser políticamente correcto en tiempos en que los ciudadanos necesitan que sus políticos más cercanos sean contundentes contra aquellos que quieren pasarse de listos y perjudicar al resto.

Igual algunos no se han enterado que estamos viviendo la peor crisis económica y sanitaria de los últimos 50 años, con pocos hoteles abiertos y aviones vacíos, pero lo que está claro es que sin civismo y responsabilidad de todos no saldremos de esto. Es fácil. Hay que respetar la distancia social, llevar mascarilla, no fumar en la calle, evitar encuentros sociales, y limpiarse las manos con desinfectante cuando se entra en un comercio. Es esto o el abismo. No parece tan difícil, ¿verdad?