Es un poquito peor porque no puedes respirar del todo, pero no pasa nada. Es mejor eso que morirte». La frase coronada con esas cinco últimas palabras la verbalizó una pequeña de apenas siete años y es oro. Cinco palabras propias de alguna de las contundentes campañas a las que antaño nos tenía acostumbrados la Dirección General de Tráfico. Así, sin anestesia y a las puertas de un colegio de Valencia: «es mejor eso (llevar la mascarilla) que morirte». Seguro que me equivoco pero no recuerdo un mensaje tan contundente por parte de nuestras autoridades sanitarias. Ese «es mejor eso que morirte» es la sublimación del susto o muerte y creo que ha llegado a más personas que la mayoría de mensajes y recomendaciones lanzadas por Fernando Simón. Ocho segundos convertidos en video viral que vale más que las campañas realizadas por el Gobierno. Un mensaje pausado, reflexivo y contundente.

Días, semanas y meses a vueltas con la incertidumbre sobre cómo sería la vuelta a las escuelas para toparte con una pequeña que ha hecho más deberes que algunas autoridades. Los think tank de gobierno y oposición se pasan el día rumiando mensajes efectistas para sus luchas partidarias y, de repente, ¡zas!, llega una niña y te da un baño de realidad y sensatez: «es mejor eso que morirte».

Han pasado más de seis meses y todo apunta a que la improvisación sigue reinando y vamos a un otoño caliente. El curso acaba de arrancar y en la isla ya se han registrado los primeros positivos. Y lo más dramático es que los problemas y la conflictividad puede ir a más, ya que está en el aire la imposición de las mascarillas en las aulas o que pasará con los padres que apuesten por el absentismo ante un riesgo real. Menos mal que de esta íbamos a salir más fuertes.