Jesús, en la parábola de los obreros en la viña nos llama en diferentes momentos de la vida, para que trabajemos con amor por Jesucristo y su Evangelio. El Señor, si lo hacemos así, nos dará a todos el mismo premio: el Cielo. La parábola va dirigida especialmente al pueblo judío. Dios lo llamó a primera hora. El Dios único y verdadero, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El Pueblo elegido. Todos somos llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios que es la Iglesia. Para todos la invitación es gratuita. Es una gran satisfacción permanecer en la Iglesia de Jesucristo, pero a la vez es una responsabilidad.

La protesta de los jornaleros de la primera hora, a primera vista parece justa. Parece justa porque no entienden que poder trabajar en la viña del Señor es un don de Dios. Después de haber convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. El denario era una moneda de plata equivalente al jornal de un obrero agrícola. La hora de prima comenzaba a la salida del sol y terminaba hace las nueve. A los últimos que han trabajado sólo una hora sola los has equiparado a nosotros. El dueño de la viña dijo: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. Toma lo tuyo y vete: quiero dar a este último lo mismo que a ti”. Así los últimos serán los primeros y los primeros los últimos. Cierto predicador decía: “Toda mi vida he predicado a Cristo y recibiré el mismo premio que el que ha predicado al final de su vida”.

Jesús ha dado una respuesta que los viñadores no llegan a entender. Dios es magnánimo y nos da mucha más de lo que esperamos, nos quiere dar el premio del Cielo a todos. Por nosotros y por nuestra salvación, bajó del cielo. Para Dios las cosas pequeñas, las cosas insignificantes, tienen un gran mérito. Al Señor nadie le gana en generosidad. Recordemos al ladrón arrepentido que muere crucificado con el Señor. Ese hombre habría cometido muchos y graves pecados, pero unos momentos antes de morir, pide al Señor un recuerdo. “ Acuérdate de mi, cuando llegues a tu Reino”. Hoy estarás conmigo en el Paraiso. Nadie debe perder la esperanza de su salvación.