La vicepresidenta de la Comunidad de Madrid, Begoña Villacís, habló de movidas el viernes pasado en una radio nacional. Fue un lapsus que luego corrigió. Quería hablar de las ‘medidas de restricción de la movilidad’ y mezcló la primera y la última palabra, medidas y movilidad: movidas.

Creo que es una palabra adecuada. Es una movida que encierren a la gente en su barrio. También es una movida tener que abrir un pequeño comercio en estas zonas cuando la recomendación en la zona es que no se pise la calle, si se puede evitar. Los comerciantes salen a protestar con cencerros y silbatos desde que se conoció la medida. El derecho a la pataleta no se le puede quitar al ciudadano, tienen motivos para quejarse. Pero puede ser una movida muy gorda que el Govern se vea obligado a decretar un estado de alarma y se supone que en esas estamos, en intentar evitarlo.

Podríamos hablar del mal menor, aunque siempre será un mal, mayor para los que lo sufren.

El Govern debe ser muy preciso en las medidas que toma. Villacís acababa la entrevista rechazando un estado de alarma, «debe primar la perspectiva sanitaria, pero sin olvidar la perspectiva económica».

Esperemos que el confinamiento light tenga algún efecto sobre el número de contagios. Es decir, que baje. Serán quince días duros que llevarán a mucha gente a recordar lo peor de la pandemia. Es por ello que las autoridades deben tener siempre muy presente el impacto que las medidas que se toman tienen sobre la gente afectada, sobre cada persona, cada familia y cada negocio. Para todos ellos esto es una movida muy chunga.