Hay motivos para ser pesimista. La crisis sanitaria ha provocado el desastre económico, pero ha llegado la batalla política que hace imposible un acuerdo entre todos los partidos en el peor momento de la historia reciente de España.

Algunos de nuestros políticos ibicencos parecen más preocupados por la situación que viven en el sur de Madrid (seguramente son barrios que nunca han pisado) que por los problemas de nuestros hoteleros, comerciantes y trabajadores en ERTE.

Los mismos que callaron ante el confinamiento de barrios «pobres» como Son Gotleu o La Soledat en Palma se escandalizan ahora por el confinamiento de barrios de trabajadores en la capital española. No se engañen. Madrid es objeto de atención política porque hay muchos votos en juego y ahora mismo es de las pocas comunidades autónomas importantes donde no gobierna la izquierda.

Ya sabemos que en movilizaciones nadie les gana y en las redes sociales tampoco. Criticaron a los cayetanos por manifestarse durante el estado de alarma en los barrios ricos porque decían que era una irresponsabilidad sanitaria y ahora alientan y promueven protestas contra Ayuso. Todo muy coherente y lógico.

Pero hay otro debate más pobre y demagógico. Políticos que cobran más de 3.000 euros al mes por unos días de trabajo a la semana apareciendo como los defensores de los pobres, de aquellos que viven en barrios más humildes. Hay que tener mucha cara dura para hablar en nombre de los pobres de Madrid sin haber hecho ni un solo gesto para ayudar a los pobres de aquí, que cada vez serán más con una economía balear que ha caído más de un 40 por ciento en lo que llevamos de año, un debate que solo se produce en España, por cierto. Podrán hacer mucho ruido, pero así no ganaremos la batalla contra el coronavirus.