Bajan las aguas de la política española turbias y revueltas. Hay como un rugido de fondo que vaticina la catástrofe y llena los corazones de desánimo. Una cascada imponente de malas noticias sumerge diariamente todo atisbo de esperanza en un lodazal de oscuros presagios. El tiempo y las horas que siempre discurren hacia delante trazan un bucle caprichoso y nos arrojan de regreso al punto de partida para desolación de los ciudadanos españoles. Al contrario de lo que sucede con el curso de los ríos, esta vez las aguas bravas del COVID-19 nos han arrastrado a la misma orilla, a la misma poza negra, a idéntico remolino de ineptitud y burocracia en la que España ya naufragase en marzo. Y, lo peor de todo, la incuestionable verdad, ahora sabemos que tantísimo sacrificio ha sido en vano y tras seis meses de privaciones, cierres de negocios, ERTEs y colas para recibir alimentos, el agua nos sobrepasa ampliamente el cuello y no hay ni un solo baremo en forma de rama simbólica al que asirnos desde el barcucho a la deriva ante el inminente rugido de la catarata de octubre que, de seguro, va a dejar en una meada de niño el Salto del Ángel.
Al menos la gente ya no aplaude y canta en los balcones.

El párrafo anterior, bien podría sintetizar el pensamiento cerril de un facha, de esos individuos que se quejan por quejarse y que lejos de sumar esfuerzos en cuanto pueden ponen palos en las ruedas. Ese texto acuoso, fluido, proviene de esa España oscura que huele a cirio y correajes, a pandereta y brillantina, porque la realidad que vemos en los medios informativos es bien distinta y hay motivos de sobras para confiar en el capitán del bajel y su numerosísima prole de consejeros, para, en definitiva, encarar este segundo tsunami destructor llenos de optimismo cual si montásemos sobre una tabla de surf como ya hiciera Fernando Simón en unos de los periodos más agónicos de la primera ola.

Y no son pocos los brotes verdes que ante tanta alarma sobre el desastre económico y sanitario, enmudecen las acusaciones de los alarmistas, son muchos, muchísimos, aunque me limite a resaltar solo unos pocos, ahí los voy soltando:

A nadie se le escapa que el reciente descubrimiento del tufo rancio a machismo que desprenden nuestras señales de tráfico acabará por tener una influencia determinante en los futuros préstamos que mendiguemos en Europa. Tampoco es baladí, el que algún genio, genia o genie, se haya percatado de que en la televisión contemplamos demasiadas mujeres de una belleza extraordinaria y tal atropello sea denunciado, eso, a buen seguro, abrirá un abanico amplísimo de posibilidades laborales para las gordas y las feas. Tampoco es un tema a ignorar que ante tantos millones de parados se ilegalice la Fundación Francisco Franco y se vuelva al asunto pétreo del Valle de los Caídos (¡es una pena que la cruz no sea una media luna, seguro que dejaría de provocarles tantos sarpullidos!). Hay muchos más, y lo cuento. Sin duda, la expulsión de los benedictinos puede sacudir positivamente los cimientos del Ibex 35 y el que al frente del Ministerio de Sanidad tengamos a un licenciado en filosofía (más allá del paracetamol, para él, todo lo referente a sanidad debe ser un universo insondable escrito en caligramas aztecas) abona tanta destrucción y confinamiento de un empirismo y existencialismo que sin duda de cara al invierno nos ha de resultar muy favorable. Es obvio que saben lo que se hacen y que no podríamos estar en mejores manos, y si es VOX populi que en la primera ola fue un Comité de Expertos imaginario (¿constituido por qué, Santos, sabios etéreos o los fantasmas de médicos antaño fallecidos?) el que nos confinó en nuestra casas, Comité que (¡Milagro!) ya sabemos que va a ser invocado de nuevo (¿por medio de una ouija?), no es difícil deducir que el Gobierno guarda muchos ases bajo la manga y que juega, pese a las cifras y los agoreros, con la sutileza del crupier y bastante truco de magia. Y, sin echar las campanas prematuras al vuelo, siempre puede surgir algún imprevisto de índole ineludible que afecte a la comunidad LGTBI o a los del Welcome Islamistas ociosos... ¿no queda lo suficientemente claro que es el orbe entero el que copia nuestra gestión de la pandemia y aplaude entusiasmado que la segunda escapada veraniega de Fernando Simón (la primera se marchó a surfear a Portugal para promocionar el turismo español que tan mal lo estaba pasando) obedezca a un plan perfectamente preconcebido para, ya sea bien en globo o en las profundidades marinas, hallar el origen del virus y exterminarlo? ¿Quién, a estas alturas, todavía abriga sospechas y cotillea? Y, como no podía ser de otro modo, faltaba la jugada maestra, el dado marcado de Pedro Sánchez, la aritmética del tonto y el cupón de lotería, (a más números comprados, más posibilidades de premio) ahí está el Presidente, sacudiéndose los escombros del primer confinamiento y pasándole el marrón a las Autonomías (es de cajón, si probamos 17 sistemas sanitarios distintos más posibilidades de que cantemos línea) ¡Genio, más que genio! Los fachas dirán lo que quieran y seguirán sembrando el derrotismo en blanco y negro, pero, con un Gobierno que ha batido todos los registros en cuanto al número de ministros, vicepresidentes, consejeros y asesores nombrados a dedo nos es del todo tranquilizador saber que la prioridad de la Vicepresidencia en estos momentos es la restauración de la República… ¿Se puede tener horizontes más amplios para hacer felices a esos millones de españoles que pierden las mañanas en las colas del SEPE o del hambre? ¡Que rabien los fachas! Nosotros a trabajar por lo que realmente le preocupa al pueblo… ¿Qué puede salir mal?