No soy político y mucho menos experto en nada. Será por eso por lo que no entiendo la brutal campaña que el Gobierno de España está lanzando contra Madrid desde que apareció el coronavirus, acusándonos de ser los culpables de todo lo malo que sucede en España y en la historia más reciente del mundo mundial.

Por ello, como orgulloso madrileño y como buen amigo de mucha gente que vive en la ciudad y en la comunidad, empieza a cansarme que solo se hable de la Villa y Corte como culpable de todos los casos de coronavirus en España. Es cierto que son muchos, que la situación es muy preocupante, que seguramente no se estén haciendo las cosas del todo bien, y que se estén dando muchos palos de ciego. ¿Será porque no hay un comité de expertos ni nunca los hubo para poder asesorar?

Puede ser que la presidenta Díaz Ayuso no sea la mejor representante que podemos tener los madrileños pero por esa regla de tres, casi mejor no hablar de Salvador Illa, un ministro de Sanidad que es filósofo. No tengo nada en contra de este gremio, por más que fuera una asignatura que siempre suspendía en 3º de BUP y COU, pero poner a Illa al frente de este ministerio es como si me colocan a mí, que no se diferenciar una aspirina de un paracetamol. No sé si se trata de un plan muy bien pensado, como dicen algunos comentaristas políticos, para hacerse con el poder de la comunidad por parte del PSOE sin que les importe que por medio queden cadáveres físicos y económicos, pero si esto fuera así perdería toda confianza en el ser humano porque en la clase política la perdí hace ya mucho tiempo. Quiero pensar que no es así y que no hay nada malo detrás. Quiero seguir creyendo en un mundo de Pin y Pon con personas buenas que miran el bien ajeno y no por el suyo personal. Afortunadamente siempre nos quedará Mafalda y Quino. Con muchos más como ellos nos iría mucho mejor.