Los fariseos preguntaron a Jesús: ¿Es lícito dar tributo al César? El Señor contestó: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Los dirigentes del pueblo necesitan la tributación de los ciudadanos para la existencia del ordenamiento temporal. Los que hemos de pagar tributos a los gobiernos es para que, dichos tributos contribuyan a las necesidades de las sociedad. A Dios le debemos amor consistente en el cumplimiento de los Mandamientos.

Jesús con sus palabras, reconoce el poder civil y sus derechos, pero avisó obviamente que deben respetarse los derechos superiores de Dios.

Hoy, en este día del “Domund”, rezamos por todos los misioneros y misioneras para ayudarles con generosidad. La santa misa a la que asistimos, la comunión que recibimos y la colecta que hacemos, todo debe ser por las misiones. Y ¿quién es misionero? El cristiano o la cristiana que por amor a Cristo deja lo más querido, su familia, sus amigos, sus comodidades, su Patria y parte hacia tierras lejanas para evangelizar a la gente. Para que conozcan y amen a Jesucristo, nuestro Salvador.

Hay alguien en la vida que supera todo bien humano, algo que si muchos no lo aprecian es por ignorancia. Ese alguien es Jesucristo por el cuál vale la pena vivir y morir.

¿Qué hacen los misioneros? Mantienen, sostienen y trabajan en hospitales, orfanatos, escuelas y familias doblemente pobres: les falta a muchísimos el pan de la palabra de Dios, el pan de la Eucaristía y el pan material. Son muchos hermanos nuestros que si están enfermos les faltan médicos, carecen a veces de medicamentos que son necesarios para que se recuperen. No poseen agua potable; y no tienen lo estrictamente necesario para poder llevar una vida digna y humana. Demasiados viven desnutridos y mueren de hambre. Yo me pregunto: ¿Qué puedo hacer para ayudar a tantos necesitados? Puedo colaborar en Cáritas, en la Cruz Roja, en Manos Unidas, y siempre tenemos una oportunidad de ayudar.

Al propio tiempo es una manera de agradecer tantas cosas buenas que hemos recibido. El mundo necesita de algo primordial para hacer el bien. Lo primero es el amor. En segundo lugar podemos y debemos, expresar nuestro amor con obras. Recordemos las obras de caridad, y que nos sirva de estímulo lo que nos dice Jesús: Todo cuanto hagáis a éstos me lo hacéis a Mí. Hacer o practicar desinteresadamente una obra buena ya es un premio: la satisfacción por haber ayudado a los verdaderamente necesitados de paz, de pan y de amor.