Desgraciadamente vamos de cabeza a más restricciones, quién sabe si a un nuevo confinamiento y ya veremos si será light, duro o extremo. El ruido eterno e interesado con la situación de Madrid han desviado la atención durante semanas y liberado de culpabilidad al resto de paisanos castellanos, murcianos, andaluces, navarros, melillenses, valencianos o baleares. Mientras los madrileños pululaban por el ‘Foro’ tras la declaración de un estado de alarma más mediático que efectivo, la pandemia ha ido avanzado en otros puntos del país a ritmo de comidas en familia, quedadas nocturnas en casas de amigos, botellones al aire libre o en los contactos del día a día.

Mientras la clase política se peleaba por la marcha de la ministra Celaá a Bilbao o las correrías de Alvárez de Toledo en Córdoba, la pandemia seguía cobrándose víctimas. Ruido y más ruido para tapar las vergüenzas por la caótica gestión de la pandemia realizada por la mayoría de administraciones. Algunos como el vicepresidente Iglesias están más metidos en series de Netflix o HBO, infligiendo patadas al diccionario. Pocos gobiernos se escapan del suspenso. Y entre tanto ruido, Navarra se disparaba hasta los 1.002 contagiados por cada 100.000 habitantes. Navarra, que tiene una densidad de población de 63 habitantes por kilómetro cuadrado. Melilla se disparaba por encima de los 820 casos, La Rioja alcanzaba los 549 y Aragón los 542 contagiados por cada 100.000 habitantes para recordarnos que Teruel también existe. Castilla y León 503 y Madrid, el ‘foco de todos los males’: 431 casos. Y entre tanto ruido y tras cinco semanas de restricciones, los datos de Vila siguen empeorando y nos abocan a una nueva vuelta de tuerca en puertas de un toque de queda nacional. El ruido también nos viene muy bien a los ciudadanos para ocultar nuestros pecados. Porque todos tenemos nuestras cuotas de responsabilidad en esta segunda ola de contagios.